Miembro de una saga familiar dedicada al calzado artesanal desde
1889, fundó primero Yanko, un clásico entre las empresas españolas
de calzado, y después, junto a su mujer y dos de sus hijos, Carmina
Albaladejo Shoemaker, que actualmente cuenta con tiendas en siete
ciudades de España, incluidas Inca y Palma. «En Yanko, una gran
empresa con casi mil obreros, llegué a tener demasiados problemas,
así que decidí volver al producto artesanal que hacía mi abuelo y
convertirlo en el de mayor calidad del mercado», explicó. «Los
precios son altos (entre 200 y 800 euros el par), pero es que
nuestra calidad es superior: hacemos entre 150 y 160 pares de
zapatos al día, con un 70 por ciento del trabajo realizado a
mano».
La decisión de abrir una tienda en París «no es precipitada»,
pues «ya vendemos en el exterior a algunos clientes
norteamericanos, japoneses y europeos» y además «éste es un gran
momento porque nuestra competencia directa, el calzado inglés,
atraviesa una mala racha». «Ellos no pueden fabricar sus zapatos en
Inglaterra, sino que, para tener una mano de obra barata los hacen
en China, Brasil y Taiwán. Todos los fabricantes lo hacen ya, es
más, esos países ya han comenzado a exportar y en el 2001 vendieron
480 millones de pares de zapatos a Europa», dijo.
Se mostró «convencido de que en Mallorca, que lleva 130 ó 140
años de zapatos de calidad, la única supervivencia posible para el
calzado son los fabricantes de alto nivel. Es nuestro futuro»,
concluyó.
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