Cerca de 2.000 personas de todas las edades y de diferentes municipios de la comarca participaron en esta fiesta. Acompañados por la banda de música que interpretó la pieza Matinada porrerenca, y de las autoridades locales, una multitud se dirige hacia la iglesia parroquial. Acto seguido, el alcalde de Porreres, Joan Sastre, enciende la traca. Cuando ésta desemboca en el chupinazo final empieza el Sant Roquet.
Acompañados por los xeremiers, la multitud se dirige hacia un almacén donde les espera la ensaimada gigante. Allí la recogen y inician el camino de vuelta al grito de ¡Sant Roquet! ¡Sant Roquet!. Entonces dan una vuelta de honor a la plaza levantando y bajando la ensaimada hasta que llegan a la avenida Bisbe Campins donde ya les esperan los que cortarán la ensaimada. Llega el momento culminante. El gentío salta, grita y rinde pleitesía a la ensaimada mientras los xeremiers tocan su música. Después proceden a devorar la ensaimada de la que solo quedan restos de azúcar encima de bandeja que la sostenía.
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