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MARTA BERGAS Michaela Vrázelová ha dejado el frío, su gente, Hozeví -su pueblo- y las danzas eslavas en un estante de su habitación, allá en Checoslovaquia. Nada hay que pese en su maleta, que ha llenado de ilusión y curiosidad por conocer Mallorca.

«Miquela», como la llaman en Alcúdia, tiene 20 años. Llegó a Mallorca hace dos semanas gracias a una beca del Àrea de Normalización Lingüística del Ayuntamiento de Alcúdia. Margalida Jaume es la responsable y este verano decidió participar en un programa de becas que impulsa el Lectorado Catalán de la Universidad Carolina de Praga. Allí, Michaela se empapó de «pronoms febles», normas de acentuación y otros «huesos» gramaticales del catalán.

Este lectorado depende del Gobierno de Andorra que es el que se encarga de nutrir de profesores el claustro catalano-parlante de la universidad checa donde Michaela estudia Etnología además de catalán. También es competencia de la administración andorrana el ofrecer países de acogida para que los estudiantes hagan una estancia lingüística.

En este sentido, Michaela lo tenía claro: quería venir a Mallorca porque su profesor es de Vilafranca y le había contado maravillas de la isla. Aquí, Michaela está alojada en casa de una familia alcudienca para que la inmersión lingüística sea integral: ahora sabe definir perfectamente a los mallorquines a los que define como « tranquilos y muy dulces».