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Nunca llueve a gusto de todos. Ayer, el huerto y los mulos de la Plaça de la Vila eran el centro de todos los comentarios, unos a favor y otros en contra.

En cuestión de ferias casi todo está inventado y puestos a ello, Santa Margalida, se mantiene en su apuesta por la oferta ferial de toda la vida, aquella con sabor a campo, en la que los animales y las diferentes exhibiciones de vehículos de motor son los elementos estrella.

No obstante, por primera vez en los últimos años ha dado un paso más allá emulando con su simulacro de huerto en la plaza, otras ferias agrícolas como la de sa Pobla, con el objetivo de acercar al visitante, a pie de calle, las delicias de la vida rural.

A la Fira de Santa Margalida ayer le costó arrancar, pero a media mañana las calles eran ya un hervidero de gente, principalmente familias con niños que aprovechan la oportunidad para que sus pequeños disfruten de ver y tocar los animales, cerdos, ovejas, caballos. Y es que la tradición todavía convence.