Las acampadas ilegales en las playas del Llevant y el Sud de Mallorca se han convertido poco a poco en una alternativa viable para pasar algunos días del verano en un entorno privilegiado. Los campistas, sobre todo en fines de semana o días festivos, acuden a algunas de las playas vírgenes del litoral mallorquín altamente protegidas. Allí, colocados entre rocas, matas y pinos, pueden pasar desapercibidos y permanecer días enteros dentro en los pinares y marinas.
De esta forma, las acampadas ilegales se han convertido en una de las infracciones costeras más comunes en los últimos años.
Desde el mes de enero hasta la primera quincena de agosto, la Guardia Civil ha interpuesto unas 300 denuncias en la zona del Llevant y el Sud de Mallorca, desde la Colonia de San Pere, en el municipio de Artà hasta la Colonia de San Jordi, en ses Salines.
Proceso
Y es que las denuncias por acampadas ilegales se han multiplicado últimamente y han llegado a convertirse en un proceso rutinario para el equipo del Seprona, el servicio de protección de la naturaleza. Son sus agentes los que se encargan de tramitar las denuncias a pie de playa. Certifican la existencia de las acampadas e identifican los 'okupas' ante la Conselleria de Medi Ambiente o la Demarcación de Costas. Después son estas administraciones las que se encargan de establecer las correspondientes sanciones y multas. Unas sanciones que actualmente pueden oscilar desde 100 a 300 euros. Y aunque la mayoría de los denunciados suelen abandonar la playa ante la intervención de la Guardia Civil, muchos recaen en este tipo de infracciones y son multados.
Cala Mitjana, Cala Torta y Cala Varques son las tres playas en las que se ha registrado un mayor número de denuncias y, por lo tanto, se sitúan entre las más solicitadas para acampar ilegalmente, tanto por turistas extranjeros como por autóctonos.
Equipados con todo tipo de utensilios, tiendas de campaña, sillas, neveras y carpas, además de ocupar un espacio público, los campistas utilizan el refugio que ofrecen matas y arbustos para hacer sus necesidades, dejando una imagen muy desagradable en zonas que muy a menudo constituyen áreas protegidas debido a su valor natural y paisajístico. En algunas calas, incluso, se hacen hogueras, cosa que aumenta más el riesgo de incendios, que ya es habitual a causa de las altas temperaturas del verano.
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