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El rastro de Consell, el mercadillo pionero y de referencia en Mallorca, sufría durante el verano una disminución del ritmo debido al desplazamiento de numerosos vendedores habituales a lugares más turísticos en temporada. Consecuentemente el rastro registraba, durante los meses de verano una caída de la ocupación de los puestos de alrededor un 20%.

Este año la situación ha cambiado. Los puestos vacantes han sido ocupados por vendedores eventuales que intentan encontrar un resquicio económico para poder seguir adelante. Pero la demanda es tan grande que durante la noche previa al domingo, día del rastro, se producen largas colas de vendedores que hacen guardia para poder hacerse con un codiciado puesto. José Fernández, es uno de ellos. Dispone de una puesto eventual en el que vende antigüedades que ha ido recolectando por la calle y por 'puntos verdes'. Confiesa que el rastro es la única manera que tiene de seguir adelante. «No tengo trabajo y he de vivir buscándome la vida como puedo», dice.

Desde el Ajuntament de Consell aseguran que en el mes de septiembre la situación será «crítica», ya que se renovaran las 350 licencias anuales de los puestos y se prevén largas colas de demandantes. El sistema de adjudicación de las licencias es cuestionado por los vendedores. Según Rodolfo Ribé, un vendedor eventual, «el sistema sólo favorece a los vendedores más ricos que pueden hacer frente a los altos precios del alquiler del puesto, y los demás tenemos que ir mendigando un sitio semana a semana, sin ninguna garantía».

Pero la crisis también agudiza el ingenio. Aunque el rastro de Consell es conocido por la venta de antigüedades, hay quien ha encontrado un filón en la venta de otros productos que el público demanda actualmente.

Este es el caso de Pierre Dewandeler, quien desde hace tres años ha apostado por la venta de productos de informática y confiesa haber encontrado «una rendija para poder hacer negocio». Según Dewandeler, «hay una masificación de puestos de venta y para sobrevivir hay que diferenciarse».