Así, a primera hora empezó el trabajo de las bunyoleres en ca l'amo en Jaume des Forn, donde elaboraron hasta 80 kilos de pasta de los dulces con la receta tradicional para todo el pueblo.
A partir de las siete de la tarde, tuvo lugar la Tronada de Santa Bàrbara, a cargo de Vilatukada Jove, en la que se simularon ritmos y tambores de truenos y rayos propios de una tormenta.
Acto seguido, la parroquia se llenó de gente para asistir a la misa en honor a la patrona de Santa Bàrbara con el tradicional baile de la Oferta a cargo de Aires Vilafranquins.
Uno de los momentos más significativos de la jornada fue el baile de los Cavallets, que danzaron este año por segunda vez, después de recuperar el ancestral baile por las fiestas de la Beata de este verano tras 65 años en el olvido.
Además, los Cavallets fueron los encargados de traer los bunyols de la parroquia a la plaça Major, donde empezó la tradicional bunyolada regada con mistela, uno de los momentos más especiales de la patrona de Santa Bàrbara.
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Me gustan los pueblos que conservan, celebran y enaltecen sus tradiciones y todavía mantienen la generosa mistela en sus rituales festivos generacionales. Mi alma está en los pueblos y cada semana cuando cruzo Vilafranca, en mi ida y vuelta a la gastronomía de los environs, dedico un emocionado recuerdo a mi abuelo materno (Bartomeu Salas Garí), preguntándome donde nació exactamente (siglo XIX) en este entrañable pueblo del Pla yendo a Llevant, que es donde aparece cálido y luminoso el Sol de Mallorca que sale para todos y nos da vida y amor eterno.