TW
22

La muerte, como algo ineludible y asociado permanentemente a la vida, como las dos caras de una misma moneda, tiene connotaciones ancestrales en todas las culturas. Ahora, aprovechando la cercanía de Tots Sants y de Halloween, el Museu d'Història nos presenta a este manacorí de más de 2.500 años para ejemplificar cómo ya en la prehistoria las personas dedicaban cuidados a sus muertos.

¿Qué sabemos de él? Los arqueólogos lo 'despertaron' de su sueño eterno en la excavación del poblado talayótico de s'Hospitalet Vell, un conjunto prehistórico cercano al núcleo de Cales de Mallorca (Manacor). Su comunidad le dio sepultura aprovechando el derribo de la naveta 4 del poblado, en un pequeño lecho o fosa entre las piedras caídas de las paredes y el techo de la construcción, y en este caso no se le ha encontrado ajuar funerario, ni herramientas cotidianas que le acompañaran en su largo sueño.

Se trató de un hombre habitante de la Mallorca prehistórica entre los siglos VII y V a.C. Fue de talla robusta y los expertos calculan que, en el momento de su muerte, tenía entre 33 y 35 años y medía alrededor de 1,60 metros de altura.

Otras curiosidades más. El estudio de los huesos ha determinado que nuestro manacorí prehistórico había tenido una lesión en un dedo de la mano que se había soldado mal y le había producido un acortamiento del hueso. También se comprobó que su codo derecho soportaba grandes tensiones mecánicas, tal vez por la acción repetitiva de los trabajos del campo, como la siega.

Aspectos cotidianos que los arqueólogos han podido determinar fueron la poca higiene dental y una dieta rica en carne y carbohidratos, que también explicaría sus condiciones biométricas.

Finalmente apuntan que al esqueleto le faltan las extremidades inferiores, que posiblemente fueron amputadas de forma fortuita por efecto de la explotación agrícola de la zona, ya en época moderna.