La historiadora Camí Dols ofrece la ‘llet d’ametla’ con coca de patata a los participantes. A la izquierda, Carla y Maialen, saboreando este manjar.  | Lola Olmo

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Desde la fundación del convento de los Mínimos en 1682, los días previos a la Navidad los molinos de aquellos frailes que se asentaron en Santa Maria se ponían a disposición de los vecinos para triturar la almendra y elaborar su bebida preferida, la llet d’ametla. Eran vegetarianos y tenían prohibido tomar alimentos procedentes de animales mamíferos. Además, el cultivo del almendro en el Raiguer estaba en plena expansión, así que pronto esta tradición se consolidó en Santa Maria y desde aquí a pueblos cercanos, como Santa Eugènia, Sencelles, Pòrtol y Pla de na Tesa. En este último perdura también, pero no en el resto.

Conocer el origen

Estas y muchas otras anécdotas sobre el origen de la tradición de elaborar llet d’ametla en estas fechas fueron desveladas ayer por la doctora en Historia Camí Dols en la visita organizada por el área de Cultura del Ajuntament de Santa Maria para dar a conocer el patrimonio cultural del municipio. Entre el público de esta primera visita –que se repetirá los días 21 y 22 de diciembre a las 10 h– se mezclaban santamariers de socarrel, que han saboreado este manjar en sus casas desde toda la vida,    con otros recién llegados que quieren conocer más sobre las costumbres del lugar que han escogido para vivir.

Tras una breve y amena introducción ofrecida en Ca s’Apotecari, donde se conserva uno de los dos molinos originales para moler almendras que existían en el Convent dels Mínims, el grupo se trasladó a una de las cuatro casas donde aún existen estos molinos. Ayer el grupo visitó la antigua posada de es Cabàs, donde Margalida Fiol puso en marcha el mecanismo de madera que convierte la almendra cruda y pelada en leche; éste no será aún el resultado final, después viene la ardua labor de hervirla durante tres horas, sin dejar de remover, aderezada al gusto con canela, azúcar y piel de limón. No hay una combinación única, sino que cada casa tiene su receta familiar.

La demostración en el molino de es Cabàs.

Mientras los asistentes a esta visita miraban el proceso con curiosidad, no cesaban de llegar personas de pueblos de alrededor, como Sencelles y Algaida, con sus almendras para obtener el preciado producto que es una tradición viva en muchas casas. Y como nada hay mejor para recordar una experiencia que vivirla, la visita acabó con una cata de llet d’ametla acompañada de coca de patata, como lo toman las familias santamarieres en Navidad.

Cuatro molinos

En Santa Maria quedan cuatro molinos de almendras –fruto del arraigo que tomó este producto en el pueblo bajo la influencia de los frailes. Ayer visitaron es Cabàs y el martes 21 será el de Can Vinagre. Además hay otros dos molinos en foravila, el de Can Caragol y el de Can Cama. No se trata solo de ver una maquinaria antigua en un museo, sino que son herramientas y familias que desde hace siglos, cada año se ponen al servicio de los vecinos para que la dulce herencia de los Mínimos perdure en el tiempo.