El domingo se celebró una misa de despedida de la comunidad y se las obsequió con pequeños detalles. | Gori Vicens

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La falta de vocaciones, principalmente, hace que las religiosas que residen y prestan servicio en los conventos repartidos por toda la geografía mallorquina tengan que reagruparse. El último caso es el de Portocolom. El pasado sábado las tres religiosas de la Caridad que residen en el convento se despidieron de los feligreses. La comunidad ha permanecido en la localidad costera durante 108 años, dedicándose principalmente a la enseñanza a los más pequeños; a tareas sanitarias, principalmente a poner inyecciones o asistir a los numerosos marineros que antaño había en Portocolom de picaduras de araña o que se habían clavado un anzuelo; a acompañar a enfermos o personas mayores con el coche, así como atender la parroquia.

Sin embargo, los cambios sociales en sectores como la educación y la sanidad hace que su misión ya no sea primordial. Ahora, las tres últimas religiosas de Portocolom, Pilar Sánchez, Apol·lònia Serra y Margalida Nigorra se trasladarán a las casas de Madrid, Porto Cristo e Inca, respectivamente, para seguir con sus tareas junto a otras hermanas.

Las tres últimas monjas estuvieron arropadas por otras integrantes de la comunidad.

Despedida

El sábado, los vecinos del Port se despidieron de ellas y les agradecieron todos estos años de estancia y servicio. Asistió la superiora general de la congregación de la Caridad, Antònia Sastre, que recibió un obsequio de manos del rector del municipio de Felanitx, Josep Cerdà y otro del alcalde, Jaume Monserrat, en agradecimiento a los 108 años de presencia.  Ahora falta saber qué pasará con el edificio: si se le dará un uso, ya sea religioso, social o turístico, o si por contra quedará cerrado.