Pep Campaner paseando por Inca con Mustafa, afectado de noma. | R.P,F,

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Pep Campaner (Sant Jordi, 1948) es el presidente de la Fundació Campaner, una entidad que desde 1995 lucha para ofrecer una vida mejor a los niños y niñas afectados por la enfermedad del noma en el sur de Níger y que ha acogido a los pequeños en Mallorca para que pudieran ser operados. Desde su sede en Inca, la fundación ha retomado la llegada de niños a la Isla después de que la pandemia y los ataques de Boko Haram lo hicieran imposible. El pequeño Mustafa Mustafa, de unos ocho años, vive ahora con Pep y su mujer Marilena a la espera de que pueda ser operado.

El origen de la fundación no fue el habitual que solemos conocer de entidades similares...
—Todo surgió a principios de 1993 cuando mi mujer Marilena, que era enfermera en Son Dureta, llegó a casa y me dijo que había adoptado a una niña y que estaba muy enferma. En esos momentos no tenía ni idea de lo que era la enfermedad del noma y cuando conocimos a Fátima, la más pequeña del grupo de cuatro niños y niñas que habían llegado a Mallorca para tratarse del noma, enseguida supimos que iba a formar parte de nuestra familia. Una vez curada quise viajar a África con ella para tratar de resolver muchas preguntas que me había hecho con la convivencia de Fátima con nosotros y ahí fue cuando recibí tal impacto vital que enseguida pusimos en marcha la fundación.     

De hecho, el noma es una enfermedad muy desconocida aquí.
—Efectivamente. Afecta a niños desnutridos y comienza con una llaga que se va extendiendo al rostro hasta provocar graves daños y la muerte. Un menor afectado por noma está condenado porque normalmente es abandonado por sus padres y no tiene ningún recurso para sobrevivir.

¿En qué situación se encuentra ahora la Fundació Campaner en África?
—Desgraciadamente tuvimos que cerrar la escuela con unos 500 niños y niñas, por el peligro de Boko Haram. En estos momentos tenemos un centro en Diffa con 41 menores huérfanos y once de ellos afectados por noma. Ahora, con el apoyo de las fuerzas militares podemos ir por los poblados haciendo campañas de sensibilización presenciales y a través de la radio para encontrar a niños enfermos y ya hemos vuelto a traer a un pequeño a Mallorca, Mustafa de unos ocho años, para que le trate el equipo médico del doctor Víctor Lasa, de Son Espases. Queremos volver a la continuidad de antes de la pandemia y traer chicos y chicas de manera más seguida a partir de ahora.

¿Reciben apoyos económicos?
—Sí, siempre hemos tenido el apoyo de la familia Riu, especialmente de Carmen Riu, y de los socios de la fundación. Por parte del Govern y del Consell no recibimos ayudas porque consideran que no es una emergencia urgente, quizá porque esté sucediendo en África. En cuanto a apoyos no económicos tengo que decir que nunca hemos tenido problemas con los gobernadores de Diffa y en nuestro centro son todos nativos de la zona que llevan muchos años trabajando con nosotros.

¿No les han sugerido optar por la modalidad de adopción de estos niños que llegan a Mallorca?
—No soy nada partidario de ello. Hay que tener en cuenta que todos estos chicos, por muy mal que lo hayan pasado en África, quieren volver a su origen. Puede sonar contradictorio para alguien que no haya experimentado la vivencia de residir en lugares extremadamente pobres pero llenos de energía como ocurre en la ciudad de Diffa.

¿Qué les espera a estos niños a su regreso?
—Vuelven a nuestro centro y si tienen aptitudes se van a Niamey donde pueden cursar estudios universitarios. De hecho, en nuestro centro de Diffa hay tres enfermeras que vinieron a Mallorca cuando eran pequeñas porque estaban afectadas por el noma y ahora tratan con niños y niñas en su misma situación. También han salido médicos o ingenieros. Para mí es un orgullo poder decirlo y haber contribuido, a través de la fundación y de todos los que trabajamos en ella, a mejorar las vidas de todas estas personas.

Sus largas estancias en África al frente de la fundación, ¿supusieron un cambio en la forma de entender sus singularidades?
—Por supuesto. África es una casa muy grande, pobre en muchos sentidos pero también más rica que Europa en otros. Es un descubrirse a sí mismo día a día, vivir cada jornada al máximo y con sorpresas una tras otra. Sé que es muy difícil de describir porque la pobreza material y la falta de alimentos eclipsan todo lo demás, pero como ya he dicho antes, todos los niños con noma que acogemos aquí ven la opulencia con la que vivimos en Mallorca comparada con su situación y tienen muy claro que su deseo es volver a Diffa.