Ganas de fiesta. En el ambiente se respiraba las ganas de ver bailar a los Cossiers. | Joan Socies
La música de ses bombes que anunciaba la llegada de los Cossiers a la plaza retronó en los corazones de los algaidins. Notaron como volvían, dos años después, a un sentimiento atávico. Los Cossiers volvían el espíritu festivo a Sant Jaume. El pueblo, y visitantes, les esperaban en la plaza para presenciar el primer baile, Mestre Joan. A partir de allí el Quadrat, el recorrido por las calles del pueblo se inundó del aroma de la albahaca y el dringueig de los cascabeles. El Dimoni hacía sus habituales diabluras corriendo detrás de los más jóvenes y procurando habilitar un buen círculo para que los danzantes pudieran interpretar sus danzas con comodidad.
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