Los invitados ayudaron a cavar la zanja donde ‘reposan’ las botellas. | Gori Vicens

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Con sólo pico, pala, càvec y senalla un grupo de amigos, de la mano del anfitrión Toni Sureda de Son Vell, abrieron este sábado entre las cepas de la viña de esta finca una zanja de cuatro metros de largo por 2,30 de fondo y unos 50 centímetros de ancho. Desde hace un año allí había enterradas  400 botellas de vino tinto. Éstas están colocadas en hileras.

«La primera está a 2.20 de profundidad, y entre y entre hay una capa de paja. La más superficial que sacamos hoy están a 1,10 metros», explica Toni Sureda en medio de un descanso, mientras otro de los invitados cava para abrir la zanja. Y es que este ‘desentierro’ del vino se ha convertido en una fiesta de la familia Sureda que hace cinco años empezó con la quimera de dejar reposar bajo tierra parte del vino que elaboran.

«En un principio no sabía muy bien porqué, pero pensé que al vino le podía gustar volver a dormir donde había nacido y allí descansar un año», explica Sureda. Este vino es ecológico, como todo lo que se hace esta explotación agrícola de son Macià. Para ello utiliza variedades autóctonas, Callet y Fogoneu. Tras estar un año en barrica fue embotellado y pasó bajo tierra, en call vermell, donde ha estado otro año.

Experiencia

Para los participantes del desentierro de ayer, que sudaron picando, fue toda una experiencia. Los catadores comentan que «la diferencia de este vino a uno convencional se nota. Evoluciona mucho mejor y es mejor en todo», explicaron expectantes al extraer la botella de entre el barro y la paja.