Al escuchar a Antonio uno se da cuenta de que es un gran enamorado de los clásicos. Técnico de mantenimiento, dedica muchas horas a su gran pasión: la de restaurar coches. Tanto que se define como un restaurador. Y no le falta razón porque, visto su trabajo, se acerca a la perfección, aunque, como comenta, cuenta con la ayuda de cuatro buenos amigos que le ayudan: Pedro Arellano, Pau Vallés, Toni Crespí y Toni Rotger, con los que, además de unirle una gran amistad, comparte la pasión por la restauración de coches clásicos de distintas épocas.
La historia de cómo llegó este modelo a sus manos resulta un tanto rocambolesca. En 2004, Antonio acababa de terminar de restaurar un Seat 600 y su intención era hacerse con un Fort-A, pero descubrió que había demasiados en la Isla y quería algo más exclusivo. Se puso en contacto con Toni Batle, uno de los primeros coleccionista de Mallorca, que le hablo del Rosalia. Se puso a buscar en Francia, Girona y Bilbao. Así que cogió un barco y terminó en Barcelona para seguir camino hacia Girona y luego a Francia, pero una vez en la frontera se encontraron con una huelga de agricultores franceses quemando vehículos y como el coche en el que viajaban era de un amigo decidieron dar la vuelta y poner rumbo a Bilbao, donde habían mirado algún vehículo antes. Una vez en la ciudad, les enseñaron dos modelos del Rosalia 8 y 10, pero ninguno le convenció. De ahí que fueron a mirar un tercero que fue el definitivo
El coche estaba en buenas condiciones pero necesitaba algunos arreglos y eso ha sido lo que ha hecho Antonio durante los últimos años con la ayuda de sus amigos. Han ido dándole forma hasta conseguir que el vehículo quedara como quería, o sea, recién salido de fábrica. La empresa ha durado casi ocho años, pero al final ha tenido el coche que siempre ha anhelado y del que sentirse orgulloso.
También nos cuenta que es un coche único en la Isla y que lo singular de este tipo de vehículos es que tienen el récord de recorrer 30.000 kilómetros en un circuito en 134 días, después de rodar ininterrumpidamente a una velocidad media de 90 kilómetros por hora. Algo que no está nada mal para su época: era el Petit Rosalia.
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