Tecnología al servicio de la comodidad y la seguridad. | Miquel Àngel Llabrés

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La marca francesa está renovando su gama al completo para ofrecer a sus clientes vehículos fiables, seguros y con la última tecnología. En esta tesitura está el vehículo cuya prueba publicamos hoy, el Renault Grand Scenic, a la espera de que aparezcan en escena los nuevos Koleos, Captur y Alaskan. Cuando estos tres vehículos estén en el mercado se podrá decir que la firma gala se ha puesto al día en su totalidad.

Desde hace muchos años, los modelos Renault se han caracterizado por incorporar la última tecnología aplicable en sus vehículos, cosa que le ha comportado muchos éxitos y algún que otro fracaso por las averías. Ahora la fiabilidad es mucho mayor y la tecnología utilizada es abundante. Parte de responsabilidad la tiene la colaboración con Nissan, que también es una marca muy favorable a aplicar la última tecnología a sus vehículos. Ambas marcas han tendido a enfocarla hacia la seguridad activa y pasiva de sus vehículos para reducir al mínimo exponente los accidentes en carretera, lo cual es básico.

INTERIOR

Volviendo al coche que hoy nos ocupa, deriva directamente del Scenic a secas, con el que comparte la estética y el interior, pero que resulta más cómodo para los ocupantes de las plazas posteriores, con asientos prácticamente individuales para cada uno, a los que se unen las dos plazas extra posteriores escamoteables, las cuales están pensadas para niños, aunque en último extremo podrían ser ocupadas por pasajeros adultos.

La estética del Grand Scenic es muy acertada, ya que siendo un vehículo voluminoso, el diseño hace que no lo parezca tanto. La línea es muy moderna y los pilotos delanteros y traseros encajan muy bien en el conjunto.

MOTOR

La unidad que hemos probado contaba con el propulsor de gasolina 1.2 TCE de 131 CV de potencia. Se trata de un motor de cuatro cilindros con pocos centímetros cúbicos que, ayudado por un turbo intercooler, consigue moverse con una soltura bastante destacable, sobre todo si se opta por un modo de conducción Sport. Como la mayoría de motores de la marca francesa, es muy fino (nada ruidoso), que presenta unas prestaciones muy dignas, aunque no se podría decir que dinámicamente destaque, aunque no es lo que se espera de él. La velocidad máxima del vehículo es de 188 Km/h y tarda 11,9 segundos para pasar de 0 a 100 Km/h, cifras discretas pero suficientes para poder llevar una conducción alegre por carretera.

En el apartado del consumo, los 6,1 litros anunciados por la marca, nosotros sólo los hemos elevado hasta los 7,1. Ambas cifras son bajas para un vehículo de gasolina con estas dimensiones y peso. Al llevarlo en modo ECO, el consumo es realmente bajo.

En el comportamiento, la marca francesa, obviamente, ha optado por unas suspensiones que favorezcan la comodidad de los ocupantes, lo cual no ayuda al vehículo a tener un comportamiento dinámico, aunque se maneja bastante bien en curva sin que se tenga la sensación de inseguridad al trazarlas un poco rápido.

En cuanto al interior, cuenta con un diseño bastante futurista, con una ausencia prácticamente total de la información analógica, que ha sido sustituida por una completamente digital, que se inicia en el cuadro de instrumentos, que varía dependiendo del modo de conducción por el que se opte en cada momento.

La consola central está «presidida» por la gran pantalla del sistema R-Link 2, que ofrece múltiples configuraciones, difíciles de dominar al principio, pero a las que uno se va adaptando. El resto del interior es de lo más amplio y cómodo, con calidades bastante buenas, aunque con algún plástico de más.