Para alivio de muchos y desilusión de algunos, la Tierra entró en
el año 2000 girando sobre su eje y dando una vuelta al Sol como
siempre. Pese a los vaticinios de algunos religiosos, con base en
el libro de Revelaciones de la Biblia, de que el mundo iba a dejar
de existir, y a las advertencias de los expertos de que los
sistemas informáticos podrían fallar y hundirnos en el caos, el año
2000 nació sin incidentes destacables.
Inclusive, se puede decir que ha sido el Año Nuevo menos
accidentado del decenio, ya que se registraron menos crímenes
pasionales, menos accidentes de carretera y menos violencia en
general que en otros años. Del temido «efecto 2000», ante cuyos
eventuales estragos las economías del mundo invirtieron unos 500
billones de dólares, no se notaron más que algunas pequeñas averías
sin relevancia.
La calma se fue extendiendo como una mancha de aceite a medida
que veía la luz el 1 de enero desde el Pacífico occidental, Asia,
Oriente Medio, Europa y América. Los medios de comunicación
hicieron un despliegue excepcional para cubrir la supuesta «entrada
en el nuevo milenio» desde las primeras islas del Pacífico, que
recibieron el Año Nuevo, hasta la costa occidental de las Américas,
donde más tardó el anunciado «nuevo siglo» en llegar.
Había una gran preocupación por las centrales nucleares de
Rusia, donde no se tomaron las mismas medidas contra el «efecto
2000» que en los países occidentales. Sin embargo, no hubo que
lamentar incidente alguno en ninguna parte de Rusia, que cubre diez
zonas horarias y que, por tanto, pudo celebrar el Año Nuevo diez
veces.
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