El mea culpa que entonará el próximo día 12 el Papa por los pecados
cometidos por los hijos de la Iglesia será un hecho histórico,
pero, aunque se trata de un paso penitencial y público, no es una
autoflagelación manifiesta y mucho menos debe ser visto «desde el
balcón» con «malsana curiosidad».
Así lo afirmó ayer en el Vaticano el presidente del comité para
el Gran Jubileo del Año 2000, el cardenal Roger Etchégaray, durante
la presentación del documento «Memoria y reconciliación: la Iglesia
y las culpas del pasado» y la «Jornada del Perdón», que se
celebrará el día 12, primer domingo de cuaresma, en la basílica de
San Pedro. Ese día, Juan Pablo II, acompañado de los cardenales de
la Curia Romana pedirá perdón por todo el daño cometido por los
cristianos a lo largo de los siglos y en la actualidad. El prelado
Piero Marini, maestro de ceremonias, dijo por su parte que debido a
que los siglos transcurridos son ya 20 y los pecados de los
cristianos tantos, el Papa hará una referencia general de las
culpas.
Marini resaltó como daños por los que se pedirá perdón la
intolerancia y la violencia contra los disidentes, las guerras de
religiones, las violencias de las cruzadas, la Inquisición, las
excomuniones, las persecuciones y hostilidades, y el desprecio y
silencio hacia los judíos.
Otros pecados fueron los cometidos contra el amor, la paz, los
derechos de los pueblos, el respeto de las culturas y de las otras
religiones. Asimismo, el Papa se referirá a los pecados contra la
dignidad humana, la mujer, las razas, las etnias, los pobres, los
no nacidos y la marginación, además de los cometidos mediante
injusticias económicas y sociales.
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