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Río de Janeiro. EFE. El ayuntamiento de Río de Janeiro, que carga con el estigma de ser una ciudad de excesos, emprendió una cruzada contra la prostitución callejera, y el alcalde, César Maia, prometió hoy nuevas medidas en su campaña contra el «libertinaje». Un día después de haber decidido multar a los propietarios de vehículos que se detengan en la turística Avenida Atlántica, en Copacabana, para conversar con prostitutas y travestidos, Maia anunció restricciones para las tiendas de artículos sexuales en barrios residenciales y zonas comerciales.

«Vendrán otras medidas semejantes que anunciaré en breve», afirmó Maia, del centrista Partido Laborista Brasileño pero que negocia su afiliación al conservador Partido de Frente Liberal. «Vivimos un período de recrudecimiento de la violencia, de incremento de los crímenes sexuales y de libertinaje. Le corresponde al poder público tomar algunas medidas que sirvan de referencia», agregó el alcalde, que en diferentes oportunidades ha sido acusado de excéntrico y autoritario por sus opositores.

No es la primera vez que Maia se lanza en una campaña moralista. En julio de 1996, en su primera gestión como alcalde, obligó a los propietarios de kioscos a ocultar las tapas de las revistas pornográficas y las cajas de vídeos del género. Maia también llegó a prohibir la exhibición de películas pornográficas en salas de cine ubicadas a menos de 500 metros de escuelas. Las normas, sin embargo, no fueron cumplidas. Hace un año, cuando la policía intentó reprimir a las mujeres que se bronceaban en las playas sin la parte superior de sus biquinis y hasta detuvo a una de ellas, la reacción pública obligó a las autoridades a cerrar los ojos ante el «topless». Pese a que la práctica es común en algunas playas, principalmente entre turistas extranjeras, y a que ya existe una arena destinada a nudistas en Río de Janeiro, el código legal prevé el castigo de los desnudos por calificarlos como «atentado violento al pudor».