Los ministros de Medio Ambiente se preparan para negociar los
puntos más conflictivos del protocolo de Kioto, decididos a no
dejar lo más difícil para el último día. «No estamos esperando
ninguna llamada de la reunión del G-8 de Génova», aseguraron ayer
fuentes europeas, en referencia a la sospecha de que son los jefes
de gobierno de los siete países más industrializados y Rusia los
que tienen la última palabra. Según aseguran los negociadores, han
aprendido la lección de la pasada cumbre de La Haya, que terminó en
fracaso, y no quieren que los aspectos más espinosos se traten la
última noche.
La impresión general es que la cumbre, que el jueves comenzó su
fase ministerial, sigue desarrollándose en un ambiente
constructivo, lo que no impide que las divergencias entre los
diferentes grupos de interés parezcan en algunos casos insalvables.
«Esto es una acción de rescate de Kioto», aseguró ayer la comisaria
de Medio Ambiente europea, Margret Wallstroem. Nadie olvida el
papel clave de Japón, país que debería ratificar el protocolo para
que pueda entrar en vigor, y los europeos admiten que mantienen con
ellos conversaciones bilaterales.
Los acercamientos a Japón se han complicado, según los
comunitarios, pues hay fuertes divergencias en el 'grupo paraguas'
al que este país pertenece junto a Canadá, EE UU, Australia y
Rusia. Japón duda entre su compromiso con el espíritu de Kioto y su
interés por no abandonar a su grupo que se mantiene cohesionado,
según los canadienses.
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