La princesa Soraya, segunda esposa del sha de Persia Reza Palevi,
falleció ayer en París, a los 69 años, por causas naturales, según
fuentes policiales, que han iniciado una investigación para conocer
las causas exactas. Su cuerpo, al que será practicada la autopsia,
fue hallado en su domicilio por la mujer que se encargaba de las
tareas domésticas. Casada con el «rey de los reyes», Mohamed Reza
Palevi, cuando sólo contaba con 19 años y divorciada a los 25, la
princesa Soraya Esfandiary Bajtiary permaneció en la memoria
colectiva como la emperatriz de Irán. Nacida el 22 de junio de 1932
en Ispahan, de madre alemana y padre iraní, fue educada en un
colegio inglés y prosiguió sus estudios en Suiza y Gran Bretaña.
El sha, recién divorciado de la hermana del rey Faruk de Egipto,
quedó prendado, a través de una fotografía, de su belleza, sus ojos
verdes y su alcurnia (su abuelo había sido jefe supremo de la
tribu), y se casó con ella el 12 de febrero de 1951 en el palacio
de Golestán, ante 2.000 invitados. Sus siete años de 'reinado' no
fueron fáciles. Todavía era emperatriz cuando, en 1953, el primer
ministro protagonizó un golpe de Estado que obligó a la pareja a
exiliarse en Roma. Bella y elegante, dulce y reservada, Soraya era
muy popular en los círculos iraníes. Pero nunca tuvo hijos y, siete
años después de su boda, la pareja se divorció. Obtuvo de por vida
el título de princesa imperial, un pasaporte diplomático y dinero
suficiente para llevar una vida holgada.
Inició entonces una vida dorada de exiliada. Recorrió todo el
mundo, acompañada por su madre, «para olvidar»: las Bermudas, Nueva
York, la Costa Azul, Los Àngeles, Montecarlo, Madrid, Cannes,
India, Munich... acaparando portadas. Su simple presencia bastaba
para realzar una fiesta y era objeto de las atenciones amorosas de
los hombres más acaudalados. Durante sus viajes, Soraya recaló en
Eivissa y Mallorca. En el verano de 1983, la bella princesa se
alojó en un chalet de la urbanización Sol de Mallorca y se dejó ver
por algunos de los lugares más frecuentados por la jet, como el
Club de Mar, donde recibió el saludo de Sara Montiel, quien le
recordó que tiempo atrás había cantado para ella en Irán. También
estuvo en Andratx, donde cenó acompañada, entre otros, del entonces
presidente de Zontur, Jaume Cladera, quien la recuerda como «una
mujer triste y tímida» («Se ha muerto de tristeza», afirmaba ayer)
que se llevó un gran recuerdo de Mallorca y de la respetuosidad de
su gente, siempre discreta a su paso.
Ella, que siempre había soñado con ser actriz, interpretó en
1965 su única película, «Los tres rostros de una mujer», que
fracasó estrepitosamente, y publicó en 1991 un libro
autobiográfico, «El palacio de las soledades». En el mundo del cine
conoció al segundo hombre de su vida, el director Franco Indovina,
con quien vivió nueve años, hasta su fallecimiento en un accidente
aéreo en 1972. No obstante, la «princesa de ojos tristes», que
siempre se refirió al sha como su marido "«ha sido el único con
quien me he casado»", amó a Reza Palevi «desesperadamente, pero al
final venció la razón de Estado».
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