Don Felipe de Borbón coincidió ayer con los galardonados que
intervinieron en la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de
Asturias 2001, en hacer un llamamiento a la defensa de la paz, de
la libertad y de la tolerancia entre las culturas. En este sentido,
abogó por que «la generalización universal de los derechos humanos»
y el respeto entre las diferencias entre culturas y civilizaciones
eviten el triunfo de «las interpretaciones fundamentalistas, tan
injustas con la razón humana y con la propia religión a la que
dicen defender».
Don Felipe se refirió al «espanto» producido por los atentados
en EE UU y a sus «trascendentales consecuencias», que, «antes que
atemorizarnos, nos deben impulsar a la búsqueda de lo que nos une y
nos salva». «No queremos que la historia de los hombres sea una vez
más la de sus guerras, sino que se guíe por la voluntad de
construir una comunidad universal en paz y libertad; un mundo donde
no exista el terrorismo, cuya brutalidad y fanatismo, por
desgracia, son bien conocidos por los españoles», afirmó.
En su discurso, que cerró con unos versos de José Angel Valente,
glosó también la figura de los veintidós galardonados en esta
edición en las ocho categorías de los Premios Príncipe de Asturias.
En la ceremonia, a la que asistió la Reina, estuvieron presentes
los premiados: George Steiner (Comunicación y Humanidades), los
científicos Francis Collins, Hamilton Smith, John Sulston, Craig
Venter y Jean Weissenbach (Investigación Científica y Técnica),
Juan Iglesias Santos y el Colegio de México (Ciencias Sociales),
Krzysztof Penderecki (Artes), Doris Lessing (Letras), dirigentes de
la Estación Espacial Internacional (Cooperación Internacional),
responsables de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera
(Concordia) y el ex jugador de waterpolo Manel Estiarte
(Deportes).
En el acto intervino también el ensayista estadounidense George
Steiner, que previamente había considerado que, a pesar de los
últimos acontecimientos, «no queda más elección que seguir creyendo
en la humanidad», y que centró su discurso en la necesidad de
salvaguardar todas las lenguas existentes. Para Steiner, «cuando un
idioma muere, se pierde un enfoque total de la vida, de la realidad
y de la conciencia», y se produce «una disminución irreparable en
el tejido de la creatividad humana, en las maneras de sentir el
verbo esperar», y afirmó que «no hay ninguna lengua pequeña».
Asimismo, recordó que, en la violencia de la segunda mitad del
siglo XX, «los idiomas han jugado un papel decisivo y atávico», y
añadió que la limpieza étnica, expresión «espantosa», «a menudo es
organizada y desencadenada a raíz de la limpieza lingüística».
Por su parte, la escritora británica Doris Lessing advirtió de
que el mundo se enfrenta a una guerra «larga» que «no puede tener
un final fácil», aunque mostró su esperanza en que pueda repetirse
la convivencia que se dio en España durante tres siglos entre
cristianos, musulmanes y judíos. Agregó que, cuando se siente
pesimista por la situación internacional, piensa «en aquella época,
en Córdoba, en Granada, en Toledo, en otras ciudades del sur, donde
cristianos, musulmanes y judíos convivían en armonía». Añadió que
en esta «maravillosa cultura» poetas, músicos, escritores y sabios
se admiraban y ayudaban y, tras preguntarse si «se ha visto algo
parecido en el mundo», afirmó que «lo que ha sido puede volver a
ser».
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