Adrover relata que entonces «nadie sabía por dónde salir, si
abandonar los vagones para echar a andar por los túneles o esperar
allí, hasta que llegaron los bomberos, cerca de treinta. La
evacuación iba a ser desde el vagón de delante, y se produjo una
avalancha de gente en un momento de histerismo. Yo preferí esperar
en el último, hasta que pude salir. Los bomberos hicieron una
cadena con linternas y nos condujeron por distintos túneles,
incluso por algunas cloacas, hasta que pudimos salir a la
superficie, ya en la isla de Manhattan».
Poco más o menos en ese momento, tomaba tierra en el aeropuerto
JFK de Nueva York el avión de Iberia en el que viajaba procedente
de Palma, vía Madrid, Cristina Gracia, amiga de toda la vida de
Miquel Adrover, que se ha desplazado a Manhattan para ayudar al
diseñador en los preparativos del próximo desfile, previsto para el
15 de setiembre. Por orden policial, todos los pasajeros tuvieron
que permanecer a bordo por espacio de seis horas, ante las
dificultades de poder practicar las estrictas normas de seguridad
en el control de pasajeros debido a la inoperancia de todo el
sistema informático del aeropuerto. Las colas para un taxi eran
enormes así que con otros tres pasajeros decidió contratar un coche
privado. «Atravesamos calles totalmente a oscuras, iluminadas tan
solo por hogueras que la propia policía encendió en las esquinas
para orientar a la gente».
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