Italia recibió con consternación la noticia de la muerte del
presidente de Fiat, Umberto Agnelli, símbolo de una dinastía que ha
sido durante décadas una de las grandes protagonistas del panorama
empresarial del país.
Tras conocerse ayer su fallecimiento, a los 69 años, debido a un
cáncer linfático, dirigentes políticos, económicos y financieros
expresaron su tristeza por su pérdida, que plantea un interrogante
sobre el futuro del grupo automovilístico italiano por
antonomasia.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, afirmó que «es
una pérdida grave para su familia, para su empresa, para Turín y
para su país», al tiempo que destacó la «sinceridad y absoluta
dedicación al trabajo» de Agnelli. También el presidente de la
República, Carlo Azeglio Ciampi, recordó su «fuerte compromiso en
la economía, en lo social, la política y la cultura», y se mostró
seguro de que «en sus últimos días le reconfortó haber logrado
sanear su empresa, y la certeza del sentimiento de gratitud de su
ciudad y de toda Italia».
Desde que se hizo cargo de Fiat, hace poco más de un año -tras
la muerte de su hermano Giovanni en enero de 2003-, Umberto Agnelli
impulsó un plan de remodelación para el relanzamiento del grupo,
que entonces atravesaba por su peor momento a raíz de la caída en
picado de las ventas.
Aquella reestructuración, que colocó de nuevo la producción
automovilística en el centro de las actividades, consiguió reducir
la deuda de la firma en casi 1.000 millones de euros (1.220
millones de dólares al cambio actual), mejorar sus expectativas
empresariales y recuperar parte de su perdida cuota de mercado.
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