El papa Juan Pablo II bendijo desde una ventana del Vaticano a los
fieles reunidos en la Plaza de San Pedro con motivo del Domingo de
Ramos, aunque por primera vez en sus 26 años de pontificado no
presidió la misa de este día. Sin pronunciar palabra, pero agitando
con firmeza una rama de olivo que luego dejó a un lado, el
Pontífice saludó en impartió la bendición ante cerca de 50.000
congregados, que lo recibieron con aplausos y vítores.
Su aparición fue breve y, poco antes de que se cerraran las
cortinas, el Pontífice golpeó con la mano el atril donde
normalmente se apoyan los textos que lee, gesto que algunos
interpretaron como de fastidio por el sol que lo deslumbraba y
otros achacaron a su malestar al no poder responder a los fieles
que lo aclamaban.
Aunque no estuvo físicamente presente en la tradicional misa del
Domingo de Ramos, Juan Pablo II siguió la celebración por
televisión. En nombre del Pontífice, el arzobispo argentino
Leonardo Sandri leyó un texto tras la misa y el rezo del Angelus,
en el que instó a los jóvenes a ser «testimonio de la Cruz de
Cristo» en todo el mundo. El Papa destacó en su mensaje que, de
forma «providencial y profética», el Domingo de Ramos se celebra de
modo paralelo a la jornada de la juventud a nivel diocesano, una
festividad «que contiene un don especial, el de la alegría unida a
la cruz».
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