Los vecinos de la zona la recuerdan a ella y a sus hermanas, Telma
y Erika, jugando con los niños de las casas cercanas. Ayer, la
tranquilidad del lugar se vio alterada por la presencia de
numerosos periodistas.
La pequeña iglesia de la parroquia de El Carmen, en el concejo
de Ribadesella y próxima a «La Arquera», la casa propiedad de los
abuelos paternos de la Princesa de Asturias desde hace casi
veinticinco años, fue el lugar escogido por la familia para
celebrar el funeral por José Luis Ortiz Velasco.
El fallecido y su esposa, Menchu Àlvarez del Valle, vivían desde
su jubilación en esta casa de campo de pequeñas dimensiones situada
en Sardeu, un bello pueblo rodeado de prados y montes y desde el
que se divisa el cercano mar.
En «La Arquera», con muros de piedra y situada sobre una loma,
lugar que los Príncipes de Asturias han visitado con frecuencia,
siendo novios y ya casados, la última vez los pasados días 12 y 13
de marzo, doña Letizia pasó muchos veranos de adolescencia y
juventud.
A la casa familiar llegaron los Príncipes alrededor de las tres
de la tarde, procedentes de Madrid. Allí se reunieron con la abuela
de doña Letizia, Menchu Alvarez del Valle, y con los dos hijos del
matrimonio, Jesús, padre de la Princesa, y Henar.
Cristina, la tercera hija, falleció hace unos años y está
enterrada en el cementerio de El Carmen.
Don Felipe conducía el vehículo monovolumen en el que, a las
cinco y media de la tarde, llegaban a la iglesia doña Letizia,
acompañada por su madre, Paloma Rocasolano, su hermana Erika, junto
a su esposo, Antonio Vigo, y una sobrina.
Quince minutos antes, en una tarde de sol y temperatura suave,
fuera del foco de fotógrafos y cámaras de televisión, lo hacía la
viuda, en un coche conducido por su hijo, Jesús Ortiz, acompañado
por su esposa, Ana Togores, y su hermana Henar.
A las puertas del templo de esta parroquia del Oriente asturiano
numerosos vecinos de los valles cercanos esperaban a los Príncipes
y a la familia Ortiz Alvarez, que, por expreso deseo del fallecido,
incinerado ayer en Gijón, ha celebrado sus exequias en la
intimidad.
En el exterior, un sistema de megafonía instalado permitió a los
vecinos del lugar seguir el oficio.
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