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La posibilidad de que Juan Pablo II pueda ser beatificado cobra fuerza a la luz de numerosos testimonios de presuntos milagros motivados por su intercesión y, especialmente, por el respaldo popular y la fama de santo que en algunos círculos se ha ganado en vida. El viernes, durante el funeral, decenas de miles de asistentes clamaron por una inmediata canonización de Karol Wojtyla y, así, el «Santo, ya», se leyó en pancartas y se escuchó coreado por los fieles.

El clima es favorable a que una causa para la beatificación de Juan Pablo II pueda abrirse, aunque el proceso no es fácil y cuenta con algunas limitaciones legales, a diferencia de lo que ocurría en otros tiempos, cuando la aclamación popular servía para ser elevado a la gloria de los altares. Sin embargo, para ser beatificado es preciso que hayan pasado cinco años desde la muerte.

Eso obligaría a esperar al menos hasta 2010 para empezar la eventual causa de beatificación de Juan Pablo II, pero el Derecho Canónico permite que el Pontífice emita una orden especial para anticipar ese plazo. Por eso el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls dejó claro que la hipotética apertura del proceso de beatificación de Juan Pablo II es un tema de exclusiva competencia del próximo Papa.

Otro elemento importante es que para ser beato es necesario que se haya demostrado su intercesión en un milagro, pero sólo después de muerto. De este modo, los numerosos testimonios de presuntos milagros hechos en vida por Juan Pablo II no tienen valor para ese expediente y sólo lo tendrán los que aparezcan a partir de ahora. A este ambiente se ha unido, por ejemplo, el cardenal Francesco Marchisano que ayer, durante una misa en San Pedro, dijo que una caricia de Juan Pablo II en su cuello le hizo volver a hablar. Marchisano había sido operado en la carótida y un error de los médicos le había dejado con las cuerdas vocales maltrechas y con un hilo de voz, problema resuelto después de que Wojtyla le acariciara la garganta y le dijera que rezaría por él.