El semblante grave de su hijo y sucesor, Alberto II, reflejaba
el sentimiento de todo su pueblo, poco dado a exteriorizar sus
emociones, mientras las princesas Carolina y Estefanía mostraban el
dolor en sus rostros y de sus ojos emanaba una inmensa
tristeza.
Los tres tuvieron que contener varias veces el llanto, que
Estefanía reprimió como pudo al final de la ceremonia, al igual que
Alberto cuando fue leída una oración a petición de Rainiero
-«protege a nuestro príncipe»que simbolizaba el relevo de padre a
hijo.
La desaparición de Rainiero, fallecido el pasado día 6 a los 81
años, deja «huérfanos» a los monegascos que gobernó durante más de
55 años, como indicó en su homilía el arzobispo de Mónaco, Bernard
Barsi, pero sobre todo a Alberto, Carolina y Estefanía, que ya
habían pedido a su madre, la actriz Grace Kelly, en 1982.
Su único consuelo es que, en palabras de monseñor Barsi,
Rainiero y su amada esposa, a la que el soberano lloró sin
contención en sus funerales y a la que nunca olvidó, «unidos aquí
abajo en la plenitud de la fidelidad conyugal ya están reunidos en
la plenitud del amor de Dios».
Tras convertir el Estado de opereta que heredó de su abuelo en
un próspero país mundialmente conocido, gracias a sus habilidades
económicas y al «glamour» de su mítica esposa, se había vuelto en
los últimos años un hombre enormemente familiar al que le gustaba
jugar con sus nietos.
Sólo tres de ellos, los hijos mayores de Carolina -Andrea,
Charlotte y Pierre Casiraghi- participaron ayer en la ceremonia, en
la que encendieron los cirios que rodeaban el féretro del difunto,
junto a los dos hijos del príncipe Ernesto de Hannover.
El actual esposo de la primogénita de los Grimaldi,
hospitalizado por una pancreatitis aguda, fue el gran ausente, como
la hija de ambos, Alexandra, y los tres hijos de Estefanía,
Pauline, Louis y Camille, a quienes su madre siempre ha tenido
alejados de los paparazzi, de los que ella se ha sentido víctima
tantas veces.
Entre los invitados destacaba el rey de España, don Juan Carlos,
«buen amigo» de Rainiero según sus propias palabras, que ocupó el
puesto central de la primera fila, flanqueado por el presidente
francés, Jacques Chirac y su esposa Bernadette, además de por los
reyes de Suecia.
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