El Papa Benedicto XVI es conducido a través de la masa de fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

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JUAN LARA-ROMA
«Mi programa de gobierno es no hacer mi voluntad y no seguir mis propias ideas, sino ponerme junto con toda la Iglesia a escuchar la palabra y la voluntad del Señor y dejarme conducir por El», dijo el Papa en una larga, densa de significados y aplaudida homilía, en la que señaló que algunos rasgos de lo que será su tarea ya lo expuso el 20 de abril.

Ese día, pocas horas después de ser elegido Papa, Joseph Ratzinger ofició su primera misa en la Capilla Sixtina, en la que pronunció un brillante discurso, toda una declaración de principios, en el que se comprometió a proseguir el trabajo trazado en el Concilio Vaticano II, a promover la unidad de los cristianos y a trabajar por la paz en el mundo.

Benedicto XVI, que dio la impresión de que no quiere expresar discursos políticos, sino homilías de marcado carácter pastoral, volvió a hacer ayer un vehemente llamamiento a la unidad de los cristianos, pidiendo «que hagamos todo lo posible para recorrer el camino de la unidad» e implorando a Dios «que seamos un sólo pastor y una sola grey» y «no permitas que se rompa tu red».

En la homilía, que fue interrumpida en 35 ocasiones por los aplausos de las 400.000 personas que llenaban la plaza de San Pedro y las calles adyacentes, Benedicto XVI recordó varias veces a Juan Pablo II e hizo el mismo llamamiento de Papa Wojtyla en 1978, cuando fue elegido Pontífice.

«En este momento mi recuerdo vuelve al 22 de octubre de 1978, cuando Juan Pablo II inició su ministerio aquí. Todavía resuenan en mis oídos sus palabras: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!», afirmó. El Papa añadió que Juan Pablo II hablaba a los fuertes, «los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe».