La comunicación fue recibida por un largo aplauso por los
religiosos presentes, de los que el papa Ratzinger es el principal
responsable ya que, aparte de jefe de la Iglesia, es el Obispo de
Roma y titular de la diócesis.
Al margen de la lectura de ese documento, Benedicto XVI aludió a
Karol Wojtyla durante su discurso a los religiosos romanos, puesto
que afirmó que su antecesor ha dejado «una herencia valiosa. Por
esa vía caminaremos juntos con serenidad y confianza».
Recordó el tramo final del anterior Pontífice y su fallecimiento
como «una extraordinaria experiencia de fe que vivimos juntos y que
nos mostró una Iglesia profundamente unida, llena de vida y rica en
fervor».
La muerte de Juan Pablo II, el pasado 2 de abril, desató una
extraordinaria emoción en todo el mundo católico y desde numerosos
sectores se solicitó la inmediata apertura del proceso de
beatificación.
«Subito santo» («Santo ya») fue el grito y el contenido de
numerosas pancartas durante la misa de funeral de Karol Wojtyla, el
pasado 8 de abril en la Plaza de San Pedro.
El Código de Derecho Canónico establece que una causa de
beatificación sólo puede ser abierta cinco años después de la
muerte de la persona a la que se quiere elevar a la gloria de los
altares.
No obstante, la norma atribuye al Papa la potestad de acelerar
el proceso para que empiece antes de ese plazo, lo que el propio
Juan Pablo II hizo con la Madre Teresa de Calcuta, fallecida en
1997, ya que con una dispensa especial el proceso comenzó al año
siguiente y culminó con la beatificación de la religiosa en
2003.
A diferencia de lo que ocurría hace varios siglos, cuando la
simple aclamación popular servía para ser elevado a la gloria de
los altares, ahora existe un método más estricto.
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