Mientras los familiares pasaban delante de los ataúdes, posados
sobre el suelo, antes de ser enterrados en el Centro para la
Memoria de las víctimas de Potocari, un altavoz retransmitía la
oración musulmana por todo el valle.
El 11 de julio de 1995, la «seguridad» aportada por la ONU no
impidió que Srebrenica, una desdichada localidad de mayoría
musulmana, sufriera el devastador ataque de las tropas
serbobosnias, que culminó en el asesinato de alrededor de 8.000
varones, tanto adultos como adolescentes.
«Ellos mataron mi vida entera y la única cosa que quiero ahora
es ver que los culpables pagan por ello», afirmó Fatima Budic, de
60 años, quien perdió a su hijo Velija cuando sólo tenía 14 años.
Su marido, Ohran, y otro hijo que por aquel entonces contaba 16
años, siguen desaparecidos.
Un superviviente de Srebrenica, Hana Avdic, de 41 años, que vive
ahora en Carolina del Norte, llegó a Bosnia para enterrar a su
hermano Ahmo, quien fue asesinado cuando tenía 36 años. «Es la
primera vez que vuelvo a Srebrenica desde entonces. Siempre quise
volver, pero no para una ocasión tan triste», afirmó.
Poco después del fin de la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995,
la población huyó a las instalaciones de la ONU cerca de Potocari
después de que los soldados serbobosnios entraran en Srebrenica,
una zona protegida por las tropas holandesas de la ONU, que no
impidieron la masacre.
Hasta el momento, expertos forenses han exhumado más de 5.000
cadáveres, de los que 2.032 se han identificado con análisis de ADN
y otras técnicas. Más de 1.300 víctimas de Srebrenica ya están
enterradas en el cementerio del Centro para la Memoria. Los
presuntos cerebros de la matanza, Radovan Karadzic y su comandante
militar, Ratko Mladic, están en paradero desconocido.
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