Imagen de archivo de uno de los quirófanos del hospital Son Dureta de Palma.

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Siete de cada cien personas ingresadas en un hospital «sano», con las medidas higiénicas y sanitarias adecuadas, se infectarán con una bacteria o un hongo resistente, es decir, con microorganismos que han desarrollado defensas para inutilizar los antibióticos.

Eso ha ocurrido en los hospitales, lugar natural de los antibióticos. Por eso, las autoridades sanitarias hacen especial hincapié en su uso prudente.

Pero esto no es un defecto de los hospitales españoles. Este promedio de infecciones hospitalarias se da en los países desarrollados. Y es que los hospitales, lugares destinados a curar enfermedades, comportan un riesgo de adquirir otras. La medicina lucha por limitar el peligro, pero acabar con él, hoy por hoy, parece una tarea imposible.

«Hay que recordar -dice el doctor Juan J. Picazo, catedrático de microbiología médica y jefe del servicio de esta especialidad en el Hospital Clínico San Carlos, de Madrid- que las bacterias llevan millones de años soportando situaciones difíciles: radiaciones, calor y frío extremo, presencia y ausencia de oxígeno, incluso productos de otras bacterias».

Además, se multiplican muchísimo (algunas, en condiciones idóneas, doblan su población en 30 minutos) y en esas multiplicaciones hay errores, nacen individuos distintos, algunos resistentes al producto con que se las combate. Con el tiempo, el antimicrobiano termina seleccionando esas bacterias resistentes.

«El antibiótico es un fármaco social. Con un antihipertensivo se trata a un paciente de hipertensión. Con un antibiótico se trata al paciente y el medio ambiente. Usarlos de forma innecesaria, y especialmente en sitios cerrados, como un hospital, selecciona esa resistencia», dice el doctor Picazo.

«Por eso -añade- se decide que determinados antibióticos sólo se puedan recetar con la firma del facultativo que los prescribe, algo que a veces no se entiende».

Bajar del 7% de infección hospitalaria es muy complicado. «En muchos casos hablamos de personas que traen el microorganismo en su intestino. Una mesa de operaciones puede estar estéril pero un intestino siempre está lleno de microorganismos, que pueden saltar esa barrera».

Mientras las infecciones se mantengan en ese umbral del 7% se considera normal. «La alarma surge cuando se sobrepasa esa cifra, cosa rarísima, o cuando se produce un brote nuevo. Que no tiene por qué generar muchas muertes. Pueden ser dos o tres. Pero puede aparecer en un lugar en el que no estaba, una UCI, un quirófano... Eso produce una alarma inmediata», según Picazo.

Pero no se enferma por acudir al hospital. Se enferma por tener un sistema inmunitario muy debilitado. «En los hospitales hay personas, como nosotros, que estamos todo el día y no contraemos infecciones. No es el hospital, es que la persona está inmunodeprimida y el patógeno aprovecha la oportunidad», argumenta el doctor Picazo.