Polémico cartel de la reciente campaña de la Conferencia Episcopal contra la reforma de la ley del aborto.

TW
0

JOSÉ MARTINEZ DE VELASCO-MADRID

Trescientos teólogos, responsables de comunidades de base y catedráticos de universidad han hecho público un manifiesto en el que afirman que la causa principal de la crisis que vive la Iglesia católica es su miedo ante las reformas que el Concilio Vaticano II exigía.

El comunicado, que comenzó a distribuirse vía correo electrónico en Semana Santa y que firman entre otros Juan Antonio Estrada, Imanol Zubero, Juan José Tamayo, Evaristo Villar, Benjamín Forcano, Matilde García-Aguiló, José Ignacio González Faus, Juan Masiá, Hilari Raquer y Antonio Duato, denuncia «la doble actitud de mano tendida hacia posturas lindantes con la extrema derecha autoritaria (aunque sean infieles al evangelio e incluso ateas), y de golpes inmisericordes contra todas las posturas afines a la libertad evangélica».

Los teólogos dicen que son conscientes de que este escrito «es un procedimiento extraordinario, pero nos parece que también es extraordinaria la causa que lo motiva: la pérdida de credibilidad de la institución católica que, en buena parte, es justificada».

Esta pérdida de credibilidad, «que los medios de comunicación han convertido ya en oficial, está alcanzando cotas preocupantes», afirman, y «este descrédito puede servir de excusa a muchos que no quieren creer, pero es también causa de dolor y desconcierto para muchos creyentes».

El documento denuncia asimismo «la incapacidad para escuchar, que hace que la institución esté cometiendo ridículos mayores que los del caso de Galileo (pues éste, aunque tenía razón en su intuición sobre el movimiento de los astros, no la tenía en sus argumentos; mientras que hoy la ciencia parece suministrar datos que la Curia prefiere desconocer: por ejemplo en problemas referentes al inicio y al fin de la vida)».

«La Iglesia a la que amamos es mucho más que la Curia romana: sabemos bien que apenas hay infiernos en esta tierra donde no destaque la presencia callada de misioneros, o de cristianos que dan al mundo el verdadero rostro de la Iglesia», concluyen los firmantes.