Julio López, o Julio 'Crepes' como se le conoce popularmente, durante su trabajo grabado por unos turistas en Alcúdia. | Youtube: Claudio Gallizioli

TW
4

Julio López, nacido en Ponferrada y residente en Mallorca desde hace muchos años, se dedica al negocio de crepes y helados, cosa que cuando llegó a la Isla, para trabajar en la central de Gesa, nunca hubiera imaginado. «Aprendí solo, rompiendo muchas crepes». Ahora, triunfa en Youtube y en las redes sociales por el espectáculo que monta al realizar su trabajo.

Julio tiene su heladería en la calle del Dólar, del Port d' Alcudia, a nada que uno baja por el pequeño puente. Pero si no lo encuentra, pregunte por él. Todo el mundo le conoce.

De Julio nos llama la atención ver cómo se transforma a la hora de ponerse en faena. Su cuerpo, sobre todo cuello, brazos, manos y pies, cogen un ritmo que nada tiene que ver con el habitual en este tipo de trabajo. Igual que los gestos de su cara. Nos recuerda a un DJ en plena faena. Solo le faltan los cascos – en su lugar lleva una cinta en la frente–, pues las crepes en sus manos parecen discos.

«Sí, no sé qué me pasa cuando elaboro las crepes, pero me transformo un poco. Deben ser los nervios propios del trabajo porque te salga todo bien».

Siempre a mano

Y el trabajo le sale bien, por cómo lo hace, porque a simple vista uno ve lo bien que domina el oficio de crepero, y también porque es persona sumamente ordenada, ya que tiene la pasta y los ingredientes siempre a mano, cerca de él, en los lugares asignados. «Por las mañanas suelo preparar la pasta y los ingredientes y, a partir de mediodía, me pongo. Luego, por las noches, las hace mi mujer».

Según él, la clave para hacer un buen crepe está en la masa, «que hago yo», y en los productos de calidad que siempre se han de tener, «y, por supuesto, hacerlo todo con mucho amor, desde la primera hasta la última que haces a lo largo del día…».

Que no son pocas, pues nos confiesa que en los meses de verano puede hacer diariamente de 200 a 300 unidades, y el resto de los meses, menos. Con Julio, en la creperie-heladería –porque también hacen helados, incluso helados sin azúcar–, trabaja su esposa, sus dos hijas y una par de personas más.

¿Clientes? «Bueno, turistas, muchos, y luego están los de la Isla. Aquí viene a que les haga crepes gente de muchos pueblos de Mallorca, incluso de Palma», señala.

Por cierto, los precios, que dependen de los ingredientes, oscilan entre los tres y los cinco euros. De verdad que vale la pena comerse uno de esos crepes. Por lo ricas que están y por verle a él cómo se mueve al elaborlas. Sin duda, todo un espectáculo para la vista.