La Associació de Betlemistes de Mallorca nació en 2001 con la voluntad de continuar con la tradición del ‘betlem mallorquí'. Desde entonces se han encargado de algunos de los pesebres más emblemáticos de Palma, como el de La Misericòrdia o el de Cort, además de los nacimientos de una quincena de municipios de toda Mallorca.
«Lo del Belén mallorquín es una tradición muy nuestra y queremos defender esta cultura, del ‘suro'. Cada vez hay más gente que visita los belenes en Navidad; algunos lo hacen por religiosidad, pero a nosotros nos mueve conservar la tradición», explicó Margalida Bover, presidenta de la asociación.
El salón de Magí de Juan se ha quedado pequeño; empezó a montar belenes cuando era un niño, como actividad familiar. Cuando, hace cinco años, descubrió la asociación perfeccionó sus técnicas: «Antes compraba las piezas y montaba el belén como yo me imaginaba; después pasé a hacerlo todo a mano», explicó Magí, que resalta todo el trabajo que se esconde tras la construcción del pesebre. «A un belén de siete metros tienes que dedicarle casi un año entero. Este año empecé en marzo. Lo primero es planificar las modificaciones que quieres hacer: elaboras un croquis y vas pensando en los cambios de cada zona. Es un trabajo de arquitecto a pequeña escala, muy relacionado con el maquetismo».
Ahora bien, no hay pesebre sin sus figuras. De ello se encarga Margalida Nicolau, que descubrió está afición en 1999, cuando se apuntó a un curso de barro en Santa Eugènia. Elabora las figuras desde cero; moldea las figuras con arcilla roja, las deja secar, después les da una curva de cocción que puede durar unas diez horas. Una vez cocidas, las pinta. «Las antiguas figuras mallorquinas eran totalmente lisas, con muy poco color. Era mucho más fácil, pero yo he ido refinando el estilo; intento darles movimiento para que no sean tan simples y estáticas», explicó Nicolau, que con pulso y paciencia elabora verdaderas piezas de artesanía.
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Per conservar ses nostres tradicions.