No conocen a los abuelos, ni a sus tíos, ni a los primos, no han visto a nadie en sus primeras semanas de vida excepto a sus padres y, si los tienen, a sus hermanos, no han paseado en carrito bajo el tibio sol. Son los «hijos del coronavirus», bebés confinados en casa desde su nacimiento.
Toman vitamina D en forma de gotas (dos diarias) a falta de sol directo y sus padres comprueban «a ojo», por la apretura o no de los peleles, si van poniendo peso porque prefieren evitar riesgos llevándolos a las farmacias.
Esta semana, al menos así ha sido en Andalucía, el sistema sanitario público ha avisado a los padres de que se ha habilitado una puerta distinta a la del acceso principal de los centros de salud para que puedan acudir al pediatra -en las visitas regladas de los primeros meses- sin cruzarse con otros pacientes.
Solo uno de los padres puede llevar al bebé y las citas programadas diariamente son ahora más espaciadas para que no coincidan con otras familias en la sala de espera.
Son algunas de las instrucciones establecidas con motivo del estado de alarma por el brote de coronavirus, aunque los bebés nacidos unas semanas antes de que se decretara habían visitado al pediatra apenas una vez, unos ocho días después de salir del hospital, para revisar su estado general, su cordón umbilical, el color de la piel, su tono muscular y la ganancia de peso, que se comprueba en una báscula pediátrica especial.
A los dos meses hay otra cita ineludible porque toca la primera dosis de las vacunas, con lo que después de sus padres, el pediatra será para estos niños la persona más allegada, la única que verá.
Y el camino hasta el centro de salud de su barrio será el único que recorrerá metido en su carrito sin detenerse y sin que nadie, si es que se encuentran con alguien, le haga carantoñas.
Gran parte de la ropita que les regalaron al nacer, alguna expresamente para el Domingo de Ramos, no la estrenarán porque les quedará pequeña cuando termine el confinamiento, y el bautizo, los padres que así lo tenían previsto, ni se lo plantean de momento.
Desde el 1 hasta el 24 de marzo han nacido en los tres hospitales públicos de la capital andaluza 593 bebés (288 en el Virgen del Rocío, 167 en el Macarena y 138 en el Virgen de Valme), una cifra probablemente similar a la de los nacidos en febrero.
Es el caso de Rocío (nacida el 18 de febrero), hija de la expresidenta de la Junta y secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, quien ha respondido a la invitación de Efe para relatar sus vivencias y sensaciones, no como política en esta ocasión, sino como madre.
«Los abuelos lo llevan muy mal, los primeros días (casi un mes antes del confinamiento) venían todos los días a verla, a ella y a su hermano, y hay tíos y primos que no han podido conocerla», relata.
Como la mayoría de las familias, se comunican con ellos por videollamadas, el hermano de cuatro años los echa mucho de menos y les cuenta cada noche, antes de acostarse, lo que ha hecho ese día.
También les explica que no va a verles porque hay «un bicho que provoca un resfriado muy grande y por eso no puede salir, pero tampoco ellos porque a los abuelos les ataca más», aunque ha descubierto que «el bicho teme al jabón y por eso hay que lavarse mucho las manos».
Otras veces acerca a su hermana a la cámara para que la puedan ver, aunque al principio no le hacía mucha gracia tener que compartir con ella el tiempo que hasta entonces le dedicaban sólo a él sus abuelos. Tiene ya casi superados los celos que inevitablemente surgen al principio.
Todas las mañanas, como cuenta a Efe otra madre de una niña de tres años llamada Julieta, siguen la misma rutina: tras quitarles el pijama y asearlos, siguiendo las recomendaciones de los expertos hacen algunas fichas escolares y manualidades, pero también juegan, ven dibujos animados y películas infantiles mientras sus padres teletrabajan.
Coinciden las dos en que hay una cosa buena de esta maldita crisis y es que se refuerzan los lazos familiares, a la par que la paciencia, a veces al límite, para lidiar con ellos en estas extrañas circunstancias.
«¿Por qué puede salir el del perro?», «¿por qué hay que acostarse ya si mañana no hay colegio?», son solo algunas de las preguntas que formulan insistentemente y que se suman a la curiosidad insaciable de los niños en la edad de los «por qué».
Cuando se enfadan amenazan con irse con su abuela, aunque luego se acuerdan de que «es viejita y se puede poner malita».
Son niños concienciados, no les queda otra. Es muy probable que haya «un antes y un después» del coronavirus, una sociedad diferente que «proteja el valor de lo público». De eso está convencida Susana Díaz: «Espero que esto sea una vacuna».
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