Jaime se siente muy feliz en este lejano lugar del mundo en el que, por varias razones, ha decidido vivir.

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Jaime Covas González –nació en Palma en 1996– nos manda saludos y bendiciones «desde la calurosa tarde asiática de mi nuevo hogar, Mudita Foundation, un proyecto educativo situado en Myanmar (antigua Birmania), en un pequeño pueblo llamado Nyaung Shwe».

Asegura que desde crío no perdió de vista a los pioneros, aventureros y descubridores de nuevas tierras, admirando su adaptación a las tribus y paisajes que encontraban en ellas. «Por eso, desde siempre contemplé mi vida como un viaje lejano e intenso, que empecé a los 20 años, leyendo Rebelión en la granja, de George Orwell, un escritor nacido aquí, que entonces era la India británica. Finalizada su lectura, a mediados de noviembre de 2017, volé hacia este lugar».

Cuenta que viajó por aquel territorio durante un mes hasta encontrar el lugar donde hoy vive. «Un pequeño monasterio –dice– con niños por todas partes, donde pude comenzar un increíble proyecto liderado por Mokkhita, un monje budista de origen alemán, que resolvió las necesidades de este pueblo. Y todo aquello me animó a ayudarles. También influyó el budismo, ya que su comprensión del mundo y de uno mismo alcanzó y resolvió mis dudas, asentándolas en una meditación, en una contemplación diaria de mí mismo y de mi universo...».

Tras esta experiencia, Jaime regresó a Mallorca, donde vivió dos años, pero siempre pensando en volver a Nyaung Shwe para ser parte de la cultura que había conocido. Para ello hizo bueno aquello de «la vida siempre nos ofrece lo que nos completa, si estamos dispuestos a abandonar el resto».

«El 4 de diciembre de 2019 volví a Myanmar, lo que significaba regresar a las montañas y a las enseñanzas de Buda». Y una vez allí, y de acuerdo a la escuela monástica a la que pertenece, «nuestro objetivo es el desarrollo de una educación basada en la sostenibilidad, el autodesarrollo y los valores acordes con la filosofía budista de armonía y comprensión del mundo que nos rodea. Proporcionamos una visión global y una acción local con la construcción y, mediante barro, paja y bambú, diseñamos nuestros hogares. Cultivamos nuestros vegetales y frutas con métodos basados en la permacultura. Creamos nuestros propios utensilios para la vida diaria, tales como bancos, mesas, estanterías, estructuras, etc. Albergamos a unos 250 niños de diferentes etnias y regiones, en condiciones desfavorables, y algunos sin asistencia familiar. Y dedicamos diariamente nuestro tiempo al autodesarrollo y comprensión de la naturaleza y a que los niños aprendan a través de una educación dinámica y práctica».