«Las dos primeras semanas del confinamiento, cuando la gente salía a aplaudir a las 20 horas, aún era de noche. Con el cambio de horario de verano ese momento de reunión fue distinto porque nos podíamos ver las caras», comenta Grimalt, quien a partir de ese momento cogió su cámara y como buen cazador de imágenes esperó pacientemente una expresión, gesto o movimiento.
Vecino de la calle palmesana de Sant Elies, en el barrio de La Missió, Grimalt es fotógrafo profesional dedicado a la publicidad y la moda, con lo cual su actividad profesional frenó en seco. Padre separado, tiene custodia compartida y su hija Valentina, de 5 años de edad, es protagonista de algunas de las imágenes seleccionadas de este minucioso trabajo.
Siempre preparado con su cámara, una Canon 5D con objetivo 70-200 mm, «comencé retratando esas relaciones entre los vecinos. Conversaciones entre gente que se comunicaban desde sus balcones o ventanas. Algún transeúnte que pasaba cariz bajo, etc». Cada día, la pequeña Valentina esperaba a que fueran las 20 horas para salir a aplaudir, pero también para ver y charlar con sus vecinos, cantar el cumpleaños feliz de algún vecino o disfrazarse en las improvisadas fiestas tematizadas que organizaba el vecindario, donde se rompía, por unos instantes, el silencio».
Uno de los vecinos que más vida han dado a la barriada es el diseñador del vestuario del Vía Crucis, Rafa Pizarro. «Se convirtió en el show más esperado del día. Siempre nos sorprendía con una sobresaliente puesta en escena. Con los días fueron animándose otros vecinos. Ha sido una alegría, pues se hace largo el confinamiento», asegura Grimalt.
«Habitualmente trabajo en moda y publicidad, pero en el encierro encontré esta galería en forma de mantener la mente ocupada, de tener un proyecto nuevo, un tipo de fotografía que aunque me gusta mucho no estoy tan habituado a realizar, una motivación para estas duras semanas en casa».
Como vecino, Biel Grimalt tenía, desde su ventana, un punto de vista algo limitado. Colgó las imágenes en su web y redes sociales y su galería comenzó a causar sensación entre sus numerosos seguidores y curiosos. Con ello consiguió que otros vecinos pudieran ver cuanto sucedía al girar la esquina, sin salir de casa.
Más de un millar de disparos han sido los que Grimalt ha efectuado desde su cámara. Instantáneas que se pueden leer y expresar de manera diferente.
En el silencio de la noche, Grimal editaba sus fotografías. Algunas intentaba mejorarlas al día siguiente, deteniéndose en pequeños detalles e ideas para captar cuando amaneciese. Al preguntarle por la imagen que más emoción le causa, Grimalt confiesa que «son varias, como ver a la gente atrapada en su balcón, observando a las pocas personas que volvían de realizar la compra. A los niños jugando en el poco espacio exterior que les ofrecen sus balcones.
La evolución de la amistad de los vecinos más cercanos y las celebraciones de cumpleaños». «Este confinamiento –concluye– me ha permitido estar más tiempo con mi hija y, gracias a esta serie de fotografías, una motivación personal y profesional».
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