Vecinos de los barrios con más presión sonora de Ciutat, como sa Llotja o s’Arenal, temen la desescalada del ruido tras dos meses de descanso | P. Pellicer

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«Los dos meses de confinamiento han sido un bálsamo para la mayor parte de los vecinos de sa Llotja. Puede sonar un poco egoísta, porque sé que es a costa de un drama, pero por fin hemos recuperado el placer de estar en casa, de descansar, de concentrarnos en las cosas que hacemos. Las paredes han dejado de retumbar, los borrachos no cantan de madrugada y no hay músicos tocando a todas hora bajo tu ventana. A mí me ha cambiado hasta el estado del ánimo», confiesa Feli Marcos, vecina de sa Llotja y una de las más conocidas activistas de Ciutat, que lleva décadas denunciando la contaminación acústica de esta céntrica barriada.

Como reza el dicho ‘después de la calma viene la tormenta', y tras un par de meses de tregua, los vecinos de sa Llotja constatan que en cuanto Mallorca ha entrado en fase 2, las terrazas de los bares han vuelto a apropiarse de las plazas de Drassanes y sa Llotja, y los músicos han desenfundado sus instrumentos, una vez más. «Los vecinos de la zona constatamos diariamente la sensación de ninguneo hacia el barrio y la pasividad de las instituciones, donde incluimos a la Policía Local y a Cort, a la hora de hacer frente a esta enemiga silenciosa que es la contaminación sonora, critica abiertamente Jaime Herrero, presidente de la Associació de Veïns Llotja-Born, al tiempo que constata que, aunque sa Llotja fue el primer barrio de Palma declarado ZEP, zona de especial protección acústica, los bares y restaurantes cierran a las tres de la madrugada, los grupos de borrachos campan a sus anchas y más que un barrio del centro, tendemos a parecernos al Magaluf de Palma», reitera Herrero.

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Denuncias en auge

Pese a que la capital palmesana cuenta con herramientas para luchar contra la presión sonora, como una ordenanza específica de ruidos y vibraciones, aprobada en diciembre de 2013, y la creación cuatro años después de una comisión técnica de Ruidos y Salud en la que se coordinan las áreas de Sanidad y Consumo, Seguridad Ciudadana, Urbanismo y la oficina de la Defensora de la Ciudadanía, la saturación sonora no ha dejado de aumentar. Solo hay que echar un vistazo a las multas impuestas por el Consistorio en los últimos tres años en materia de ruidos e incumplimiento de horarios: 275 expedientes sancionadores en 2017, cifra que ascendió hasta 430 en 2018, mientras que en 2019 sumaron 570 sanciones por ambos motivos.

Barrios en lucha

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Según datos facilitados por el área de Salud y Consumo del Consistorio palmesano, barriadas tan dispares como s'Arenal, Foners, Son Armadans o Pere Garau son campeonas en ruido, o al menos sus locales de ocio y restauración son los que más acumulan multas por incumplir la normativa municipal. Cifras, por cierto, que miran con incredulidad las entidades vecinales históricamente más afectadas por la presión sonora. Jaime Herrero, de la Associació de Veïns Llotja-Born, se pregunta dónde se pierden las denuncias que hacen los vecinos de sa Llotja, y no duda de hablar de «ocultismo» del número de denuncias reales.

Biel Barceló, portavoz de los vecinos de Platja de Palma-s'Arenal, recuerda que como los vecinos no estaban de acuerdo ni con las cifras de denuncias ni con las sanciones impuestas en la zona, se presentaron en un pleno con una muestra de 50 denuncias vecinales. Aún así, siempre según las cifras del Ajuntament de Palma, los locales de esta barriada son los que más infracciones cometieron el pasado año con 18 multas impuestas; para la entidad vecinal, una cifra claramente insuficiente. En este sentido, y a la espera de que Cort revise su mapa estratégico de la presión sonora, previsto ya en su Plan de Acción contra el Ruido de 2015, ellos mismos han elaborado su propio mapa de la contaminación acústica en la zona, destacando tramos con ruidos por el tránsito de personas y en balcones, así como otros donde se localizan los locales de ocio más frecuentados por los turistas. De esta manera, hacen hincapié en la vigilancia del tramo de la calle Trasimé comprendido entre calle Tokio y Milà, junto al tramo de calle Amilcar, entre las calles Cannes y Cartago.

En este sentido, recuerda que los últimos dos meses han sido el «paraíso» para muchos vecinos de Platja de Palma, ya que han podido disfrutar de la paz de la zona. Ahora, temen lo que vendrá en pocas semanas, cuando se ponga en marcha el esperado plan piloto de reactivación que atraerá a la barriada a 4.100 turistas alemanes: «¿Qué filtro habrá? ¿Quién selecciona a estos turistas? ¿Van a venir los de siempre? Porque conocidos locales del arenal, foco de problemas para los vecinos, ya están anunciando en redes sociales que vuelven a abrir sus puertas con lemas como ‘Ve entrenando el hígado tras la cuarentena'», denuncia Barceló, al tiempo que recalca que Platja de Palma no quiere ser el ‘conejillo de indias' de la reactivación turística, y piden que la zona se abra al mercado interior.

En stand by

Para Tomeu Seguí, uno de los portavoces de la plataforma Son Espanyolet Residencial, las denuncias a la Policía Local no sirven para nada, y hace tiempo que han optado por denunciar ante Inspección turística. Al igual que los vecinos de otras zonas afectadas por el ruido derivado del incivismo de ciertos locales de ocio o el alquiler turístico, estas últimas semanas «no se has movido una mosca» en esta barriada debido al confinamiento y la ausencia de turistas. Pero no duda en confesar que temen la temporada. «Ni fiestas hasta altas horas, ni sobreocupación en las viviendas alquiladas. Veremos qué pasa a partir de la fase 3, cuando se abran las fronteras y el alquiler turístico se reactive», finaliza Seguí con pesar.