Tiene el alma hecha jirones y no lo quiere esconder. Ana Obregon ha descubierto la parte terapéutica de compartir sus sentimientos tras la muerte de su hijo y, más recientemente, de Luna, la golden retriever que les acompañó durante los últimos 17 años. Unos escritos en los que se muestra rota, hundida y sin aliento. Palabras que hielan y que asustan por su franca dureza. El deseo reiterado por reencontrarse con su hijo ha estremecido a todos. Ana no está sola.
Los ángeles que sostienen a Ana Obregón
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2 comentarios
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... el dolor ante la pérdida de un ser querido no debería justificar el perder el norte al hablar de creer en ectoplasmas ni fantasías como eso de los ángeles... que pena
Muchos ánimos Ana. Cuando te falten fuerzas para seguir adelante piensa en el espíritu luchador de Aless y lo orgulloso que estaria de ti de verte que sigues adelante.