Trato. Maria Plaza decidió invertir sus ahorros en un centro de limpieza de automóviles, que gestiona en solitario. | Teresa Ayuga

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El último Informe Mundial GEM, organismo encargado de recoger la evolución del ecosistema emprendedor estatal, arroja un dato interesante: España encabeza la paridad en el entorno europeo, por sexto año consecutivo, con 9 mujeres emprendedoras por cada 10 hombres. Una cifra que supera la media de Europa, donde solo se cuentan 6 mujeres por cada 10 hombres. Poca broma. Si nos fijamos en Estados Unidos -cuna de las personas hechas a si mismas- la tasa de emprendimiento femenino apenas supera la española. Maria Plaza forma parte de esta estadística que confirma la fuerza con la que la mujer aporrea la puerta del emprendimiento.

A sus 35 años, regenta CarWash Palma, un centro de lavado de coches totalmente a mano. No lo hace desde una confortable oficina con aire acondicionado y un auxiliar administrativo. Maria es lo más parecido a un ‘hombre-orquesta': recibe al cliente, trata con el proveedor, limpia los vehículos, controla los números y se hace hasta el café. Se ha abierto paso con fuerza y determinación en un sector pensado por y para hombres. «La verdad es que la mayoría de lavaderos los llevan hombres, incluso la mayoría de clientes lo son, aunque cada vez más mujeres vienen a limpiar el coche». Nada nuevo, sabemos que para muchos hombres «su coche es como su ‘niño'», desliza con una sonrisa Maria.

«Como un tiro»

Hasta la irrupción del ‘bicho', el negocio le iba «como un tiro» a esta risueña mallorquina. Luego «bajaron mucho los ingresos», pero, como la mayoría de sectores, «poco a poco estamos viendo la luz». De hecho, deposita todas sus esperanzas en un repunte a corto plazo: «En cinco años me veo en un lavadero más grande, haciendo más caja y con algún empleado», augura con optimismo. Su aventura comenzó tras plantearse qué hacer con unos ahorrillos que le quemaban en el bolsillo: «Estuve pensando qué negocio podría encajar en la zona de Jacint Verdaguer y me dí cuenta de que no había ningún lavadero de coches. Así que me lancé a por el local, puse unos precios muy atractivos para captar los primeros clientes y el boca a boca ha ido haciendo el resto».

El trato con el cliente le endulza el día a día, «me gusta tratar con la gente, nunca he tenido un problema con nadie», matiza. Pero para fidelizar al cliente no basta con una sonrisa, «me curro mucho cada trabajo, a cada coche le dedico unas dos horas, que es mucho, aunque el resultado es el óptimo y por ello la gente siempre repite».