Óscar Palmer posa entre su traducción de ‘Drácula’ y la biografía, publicada por su editorial Es Pop, de Bram Stoker, autor del relato del sediento conde. | Xavi Solà

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En su lecho de muerte, Bram Stoker señalaba un rincón de la humilde pensión en la que apuraba sus días, mientras susurraba ‘strigoi, strigoi’. Un término que en rumano significa espíritu maligno. Pudo ser fruto del delirio o quizá solo una leyenda enriquecida con el paso del tiempo, pero no cabe duda de que su expresión final fue el mejor epitafio posible para el creador de Drácula. Una novela que, como su protagonista, se resiste a morir. Y eso que en sus 600 páginas el siniestro conde apenas aparece en un puñado. A las puertas del 110 aniversario de la muerte del autor, y el 125 aniversario de la publicación de su obra cumbre, hablamos con el mallorquín Óscar Palmer, autor en 2005 de la traducción más fiel y enriquecedora de este clásico del terror gótico. Su trabajo para la editorial Valdemar recopila con afán exhaustivo gran cantidad de material adicional, ampliando la experiencia narrativa. Además de autor y traductor, Óscar dirige Es Pop, una atípica editorial en la que traduce, maqueta, diseña y edita la mayoría de libros.

Su traducción de Drácula está considerada la mejor transcripción en lengua española. ¿Se planteó premeditadamente dejar semejante huella?
— No soy amigo de este tipo de parabienes, pero es una satisfacción que haya gente que lo considere. Traté de hacer la mejor versión posible, quería aportar mucho contexto que enriqueciera la novela y la editorial me dio manga ancha para hacer una edición anotada muy completa.

También ha traducido la biografía de Bram Stoker, de David J. Skal. Se podría decir que su vínculo con el personaje es grande. ¿La novela ya le había atrapado antes, como lector?
— Es una de las primeras lecturas adultas que leí de adolescente. Recuerdo que era una edición de Planeta en dos tomos, y en el segundo al llegar al final había un pliegue en blanco, faltaban 16 páginas del final. Imagínese, eran los ochenta y en Cala Rajada solo había un quiosco, así que hasta que no pude ir a Palma a comprar otro libro tuve que imaginarme el final.

De los 18 actores que han encarnado al siniestro conde, ¿quien captó mejor su oscuridad?
— No sabría qué decirle, depende del día. Las películas no son muy buenas pero me gustan a nivel de imagen. Jack Palance hizo de Drácula en un telefilm y me gustó, tiene un físico entre atractivo y desagradable que encaja con el personaje.

Entre cine, series, ‘telemovies’ y animación, más de 200 títulos glosan las sanguinarias correrías del vampiro. ¿Le frustra que ninguna sea fiel al relato?
— Ha dejado de frustrarme. Antes me molestaba pero ahora hasta me parece bonito. Para la cultura popular, Drácula es un personaje mutable y adaptable a partir de los cuatro rasgos que le definen. Puede ser un héroe romántico, un portador de virus y una metáfora de lo que se quiera... Que haya cambiado manteniendo sus constantes le da más vida.

También ha traducido a Jack London, un tótem de la novela escapista...
— Fue muy gratificante traducir a London, he releído muchas de sus novelas. Su obra está arraigada en mi mente.

¿Sigue traduciendo, maquetando y diseñando los títulos que publica su editorial Es Pop?
— Sigo ocupándome de todo, aunque estos dos últimos años he contratado un par de traducciones.

Antes de la COVID se postulaba en contra de recibir subvenciones, ¿ha cambiado la cosa en esta época de vacas flacas?
— No, sigo sin pedirlas. El sistema de subvención de la industria del libro está muy mal planteado.

Como orfebre de la palabra, ¿qué piensa del lenguaje inclusivo?, ¿tiene futuro o es una moda pasajera de la mano de estos tiempos de corrección política?
— Lo bonito del lenguaje es que es indomable. Por mucho que quieran regularlo, al final acaba siguiendo su camino, es algo sobre lo que no se tiene excesivo control.

¿Alguna vez ha sentido que escribir le permitía vivir las vidas que no vivió?
— No, para ser sincero. Aunque como lector sí me he perdido en las vivencias de otro. Y es una maravilla.

¿En qué tradición literaria se reconoce?
— En la mía, sonará fatal pero no me reconozco en ninguna tradición. Soy un cúmulo de lecturas diversas.