Quedan pocas horas para que este año, de nuevo atípico, llegue a su fin y en Figuera, el reloj del Ajuntament de Palma, está preparado para dar las campanadas. Los nuevos relojeros oficiales, Biel y Antoni Julià, lo tienen todo bajo control. Los relojeros realizan un mantenimiento semanal en el que se aseguran que los centros y los contactos están bien engrasados, y ajustan las oscilaciones del péndulo. «Siempre presenta una ligera variación. La varilla es metálica y, solo con los cambios de temperatura, puede adelantarse o atrasarse ligeramente. Graduamos esto cada semana para que vaya lo más exacto posible», señala Biel Julià.
«Los relojes son máquinas y pueden fallar, pero estoy seguro de que todo irá bien. Como este es el primer año en el que nosotros mantenemos este reloj, queremos asegurarnos por completo. Mi padre lo visitará, comprobará que se le ha dado cuerda y lo preparará para que suene lo más exacto posible», explica Julià, que estará atareado comprobando los relojes de distintos municipios, como Petra, Montuïri, Alaró o ses Salines.
En los meses de abril y mayo, cuando Biel y Antoni Julià tomaron el relevo del antiguo maestro relojero de Cort, Pere Caminals, se realizó una profunda puesta a punto de en Figuera. Primero sustituyeron algunas piezas que se encontraban en mal estado. «Cambiamos una pieza que va en ralentí de las horas, de la campana grande. Estaba rota y, hace años, en lugar de sustituirla, la repararon con una especie de muelles que se acabaron desgastando. En el torno hicimos una réplica del trinquete que frena el ventilador. Tras funcionar tantos años a las malas, provocó que otras piezas se desgastasen muy rápido. Estaba a punto de romper varias piezas que habría sido muy difícil reparar; salvamos la sonería del reloj», afirma Biel Julià.
Como desmontaron la máquina por completo con el fin de sanearla a fondo, los relojeros aprovecharon para rescatar el color original de la esfera. Una vez montado el reloj, observaron que las manecillas no estaban sincronizadas con el sonido del reloj. «Es algo complicado ajustarlas al máximo; la transmisión de la máquina hasta la esfera que da a la calle es muy larga, ha de pasar dos plantas, por lo que es difícil de ajustar. El objetivo es que cuando la aguja minutera queda, por ejemplo, sobre las doce, se dispare la sonería». Un momento especialmente crucial para las campanadas de Nochevieja que este año, aún cuando no habrá espectáculo musical en la Plaça de Cort, contarán con público dado que, a diferencia del año pasado, no hay toque de queda. En cualquier caso, la Policía Local se encargará de evitar aglomeraciones.
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