Ian Liedtke, Roberto Dall’Olio con su perra Trufa, y Ana García, pareja de Roberto. | M. À. Cañellas

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A sus 36 años de edad, el argentino Roberto Dall’Olio ha tenido una vida muy activa. Tras dejar su Buenos Aires natal después de trabajar en empresas como Macintosh, estuvo viviendo en México, California, Suiza, Italia, su gran sueño, y España. «En Barcelona vivía mi hermano Mauro. Me propuso una idea y me uní». El proyecto era montar una empresa de impresión en 3D. Realizaron una fuerte apuesta, pero la COVID-19 le arruinó sus proyectos. «Me fui a Eivissa, donde viví una temporada, y al poco tiempo un amigo que estaba en Palma me ofreció la oportunidad de trabajar en una empresa llamada Contain. Allí estuve cuatro meses realizando el mantenimiento y puesta a punta de las impresoras 3D hasta que se me acabó el contrato». Roberto se quedó enamorado de Mallorca y se quería quedar a toda costa. «Encuentro que es una mezcla de Suiza, por su parte montañosa, California y el Caribe».

A veces la vida te ofrece oportunidades inesperadas y eso es lo que le pasó a Roberto. «Un amigo del colegio que estaba en Madrid me comentó que otro compañero nuestro, con el que yo tenía una buena relación pero no éramos amigos íntimos, estaba triunfando en Estados Unidos. Literalmente estaba ‘montado en el dólar’. Yo tenía una idea de montar mi propio negocio en Palma y me puse en contacto con él. Hablamos, le comenté mi propuesta y al día siguiente ya me confirmó que iba a financiar mi proyecto».

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Roberto, mostrando el soporte que ha ideado para guitarras.

De esta forma nació Palma Ideas, una tienda situada junto al Mercat de l’Olivar (Passeig Particular Santa Catalina de Sena) especializada en realizar trabajos en 3D. «Al principio el negocio estaba enfocado a reproducir objetos que buscaba por internet, pero eso me podía traer algunos problemas de copyright y cambié la orientación hacia la búsqueda de creación de objetos propios y a la captación de clientes particulares. «Hasta el momento los dos objetos que han tenido un mayor éxito han sido un moledor de CBD, que es la marihuana legal.    Esta sustancia no contiene tetrahidrocannabinol (THC), el ingrediente psicoactivo que se encuentra en la marihuana y que produce un ‘colocón’. Además, he ideado un soporte para guitarras eléctricas que también incluye cómo guardar las correas y las púas, que son los elementos que más se suelen perder. Es un modelo universal que sirve para cualquier tipo de guitarra. Yo lo he probado con cinco modelos diferentes, incluido un ukelele».

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Otro de los inventos de Roberto ha sido un lapicero multifuncional. «Además de poder tener recogidos bolígrafos y lápices, sirve como tarjetero, tiene un espacio para guardar una memoria USB y si se le da la vuelta es un soporte para el teléfono móvil». A nivel particular, Roberto está trabajando con una idea de un cliente inglés. «Es habitual que vengan personas que tienen ideas pero no saben cómo llevarlas a cabo. Es el ejemplo de este señor que quería un reloj con forma de piezas de dominó y los puntos se iluminan dependiendo de la hora que es». Para llevar a cabo estos proyectos, Roberto cuenta con impresoras en 3D de dos modelos. «Las FDM (que se puede traducir como depósito de material fundido, trabajan más rápido, pero no tienen tanta precisión como las de resina, aunque éstas sean un poco más lentas. Estas últimas se usan a su vez para objetos más pequeños», explica. El precio de estas máquinas oscila entre los 500 y los 900 euros.

Sabor agridulce

Roberto abrió su tienda en mayo de 2021. «Hasta la fecha estoy contento, pero hace falta que el ciudadano tenga más información acerca de todas las posibilidades que tienen las impresoras 3D. Por ello, una vez al mes organizo una jornada de puertas abiertas para dar a conocer mi trabajo. Además, con el coronavirus, se nota que hay mucha menos gente paseando por la calle». Roberto quiere destacar el apoyo que le está ofreciendo su amigo Ian Liedtke. «Le encanta el proyecto. Está metiendo casi tantas horas como yo y espero en un futuro cercano poder contratarlo». En cuanto al plástico sobrante, Roberto se lo da a Silvio Bandolich, un compatriota que realiza sus obras con este material y que cada vez se está haciendo más conocido.