La sardina fue llevada a hombros por cuatro portadores por las calles de Pòrtol, durante la fúnebre ceremonia. | Julián Aguirre

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Pòrtol celebró este martes el entierro de la sardina. Y ya van treinta años. «Tan solo en dos ocasiones, en 1993 por fuertes lluvias y el año pasado, se indultó a la sardina y no terminó en la hoguera», comenta Cristina Alonso, regidora del Ajuntament de Marratxí, quien junto al alcalde, Miguel Cabot, y otros regidores del Consistorio participaron en el cortejo fúnebre.

Con cerca de 30 kilos de peso, la sardina fue llevada a hombros por cuatro portadores. Tras la sardina, la sacerdote Juana María Oliver, bendiciendo a público y vecinos congregados y acompañada por cuatro monaguillas, Xisca Serra, María Pizá, Magdalena Serra y Xisca Quetglas. Tras ellas, plañideras, vestidas de riguroso luto, rotas por el dolor, pañuelo en mano para secarse las    lágrimas. La comitiva partió del local de Gent Gran Es Turó y recorrió el Carrer Albert Castell, Balmes, Major y llegó a la Plaça Can Flor, donde tras dar tres vueltas a la hoguera, y con la autorización del alcalde, fue lanzada al fuego, con mascarilla incluida.

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La sacerdote Juana María Oliver escoltada por las monaguillas y el alcalde.

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El acto fue organizado por Gent Gran Es Turó, que preside Adoración Rojas, junto al Ajuntament de Marratxí y en el que colaboraron la asociación Enfangats y Dimonis de Fang, estos últimos encabezando el desfile. La banda municipal de música, compuesta por 40 músicos, acompañó todo el recorrido haciendo sonar marchas fúnebres y otras con más ritmo, como Paquito el chocolatero. En esta ocasión, tras el entierro de la sardina que da por finalizado el Carnaval y da inicio a la Cuaresma, no hubo sardinada a la brasa, «ni empanadas», como propuso una vecina, pero sí baile en línea.