Juan Rodríguez Ruiz, nacido en Sorihuela de Guadalimar, Jaén, pero residente en Mallorca desde hace más de cuarenta años, puede que sea la persona que más calles y carreteras haya asfaltado en toda la Isla, cosa que sigue haciendo a través de la empresa, Aglomsa, en la que trabaja desde hace cuatro décadas.
Pero hoy no le traemos aquí como asfaltador, sino como poeta, arte al que se dedica desde joven. Por ello se le conoce como el ‘poeta del asfalto', que seguramente le sirve de fuente de inspiración.
Hasta la fecha ha publicado dos libros, Desde Sorihuela a Mallorca y Mujer, arte y vino. El placer de los sentidos, este con portada de Carlos Penas.
De sorpresa en sorpresa
Hace unos meses, una mujer no mallorquina, pero que de vez en cuando se la ve por la Isla, y que se presenta como comunicadora social, marchante de arte y road manager literaria, le propuso, junto a otros artistas, viajar a Estocolmo para presentar sus obras en distintos actos públicos que había programado allí.
Juan Rodríguez, que pese a saber, a través de las experiencias vividas por otros artistas, que no todo lo que contaba dicha promotora llegaba a feliz puerto, aceptó viajar. Con él lo hizo otro compañero de Palma, a los que, una vez en Estocolmo, se les unió una señora de Madrid que presentaba una máquina para ionizar el agua.
Antes de viajar, la mencionada promotora propuso a Rodríguez publicar Mujer, arte y vino. El placer de los sentidos, y presentarla en Palma. «Tras conversar con ella, quedamos en imprimir 300 libros, a 2,2 euros unidad, aparte del costo de la edición, sello, póster de presentación, etc. Pero a la hora del visto bueno para imprimirlos, tuve que retrasar dicha operación debido a los errores y faltas de ortografía que encontré en uno que habían impreso para ver el resultado. Eso significó que en la presentación solo pudiéramos contar con unas 60 unidades, prometiéndome que en la siguiente, que sería al cabo de unos días en una librería de Los Geranios, estarían el resto… Pero, ¡primera sorpresa! El día antes de dicha presentación me llega de manos de esta mujer un SMS informándome que si quería el resto de los libros debía abonar casi el doble de lo presupuestado, lo cual me molestó mucho. Así que llamé a la imprenta, pedí el archivo del libro, lo mandé a una imprenta de confianza, Opent Print, de Barcelona, donde los imprimieron en breve tiempo, pero… ¡Segunda sorpresa! Al ojear uno de los libros veo que ha sido impreso con el archivo de los errores, por lo que pido una explicación al editor, quien me dice que a esa señora no quiere ni verla, lo cual me obligó a mandar el archivo corregido para volver a imprimirlos, lo que me supuso un doble gasto».
El libro se presentó en un establecimiento del Portitxol. «La presentación fue correcta, no así el resultado, pues apenas vendí unos pocos. Encima tuve que correr con los gastos del cátering. Semanas después, en una tarde fría de febrero, hicimos una segunda presentación, en Los Geranios, a una hora en que todos los locales del centro comercial habían cerrado, lo que hizo que los resultados fueran peores que en la primera».
Con estas experiencias viajaron a Estocolmo, «dejando para el regreso la presentación en Madrid, donde nos dijo que sería en un magnífico hotel, frente al Bernabeu…».
Retrasos, atascos, problemas...
Sigue contando Rodríguez que ella había adelantado su viaje a Estocolmo casi un mes a fin de preparar los recibimientos en el aeropuerto, hotel y salas de exposiciones… «Cuando viajamos, el vuelo tuvo un retraso de casi dos horas, con la sorpresa de que no había nadie en el aeropuerto esperándonos, por lo que la llamamos, diciéndonos que nos acercáramos al centro en metro, donde nos esperaría un coche… ¡Y otra sorpresa! No nos espera ningún coche, la llamamos y... Coged un taxi –nos dijo–, y que os traiga a donde os espero para celebrar el primer acto programado. Ya en el taxi, nos encontramos con un monumental atasco debido a una convención internacional sobre el clima, por lo que llegamos dos horas tarde, encima sin comer y con el consiguiente cabreo. Una vez en el local, vemos que un grupo numeroso de gente, que nos pareció de la tercera edad, salía de otras salas donde se ve que habían asistido a un evento, quedándose en la nuestra unas veinte personas, además de dos cantautores y un cámara sin micro, cámara que según me pareció se sujetaba al soporte por un esparadrapo… Ella habló de mi libro y del artista que vino conmigo, que tenía expuestas sus obras en la sala, junto a las de, creo, dos artistas suecos, otras de un cubano y de otros artistas españoles… ¿Qué pasó? Pues que vendí dos libros y regalé, al menos, cinco. ¿Que si comimos? Sí, a base de unas aceitunas sevillanas y una coca-cola».
En cuanto al hospedaje, no hubo problemas, ya que lo llevaban reservado desde España, «aunque ella sí los tuvo –recuerda Rodríguez–, porque allí mismo le reclamaron el dinero de una habitación en que se alojaba y… Pues que acabó en la del hotel que había pagado la señora que llegó de Madrid».
Según el programa, tras esta presentación, quedaban la de un hotel céntrico, «en el que ella nos hizo unas fotos en una terraza vacía, de la que nos echaron porque tenían que abrirla al público, la de un lugar llamado Casa de la Solidaridad, donde nos entrevistaron en un programa que emite por internet, CHX TV, y los viajes los hicimos en metro y autobús, cargando con las maletas, la máquina del agua, los cuadros y demás artilugios de la señora».
Al día siguiente –sigue relatando Rodríguez–, la presentación era en una biblioteca, en el centro, «donde tuvimos otra sorpresa, ya que terminamos, no en la biblioteca, sino en un bar llamado Biblioteca, en el que el público era un señor cubano, en silla de ruedas y algo bebido, la señora que le acompañaba y una chica que entró a tomar algo. Allí se presentó la máquina del agua… En realidad, dudo mucho que el cubano se enterara de algo… Y en cuanto a las ventas del libro… Aquí me salió rentable, pues vendí al 50% del público, es decir, vendí un libro. Tampoco fuimos al Centro Español de Estocolmo, ni a la Fundación Víctor Jara, donde nos enteramos más tarde que la señora tiene cuentas pendientes. Tampoco nos recibieron en el consulado de Perú…».
Una tomadura de pelo
Llegado a este punto, le pedimos que nos haga un resumen del viaje. «Todo un desastre –dice–. Una tomadura de pelo –añade–. Algo de lo más parecido a una película de Fellini... Un viaje que se tradujo en mal estar, cabreos y gastos… Y todo para vender tres tristes libros, regalar 20, recorrer Estocolmo cargados de libros y paquetes… Eso, además de los mil euros que le dí a ella por su gestión, más otros 350 para la seguridad de las salas donde se celebraban los eventos, además de pagar comidas, taxis, hotel, avión… ¡Ah! y los gastos que acarreó la presentación de mi libro en el Portitxol, la doble edición del mismo… ¿Que cómo me siento? Pues, muy mal. Y no solo por el dinero, ya que mi vida la resuelvo con mi trabajo, sino por todo cuanto esa señora prometió sin cumplir nada. Ya me habían avisado otros artistas y… ¡Cuánta razón tenían! Por ello, punto y final a mi relación con ella. Aunque imagino que seguirá intentándolo con otros artistas, a quienes recomiendo que si no quieren vivir lo que nosotros, no acepten ninguna de sus proposiciones. Y aviso a los artistas que viven de lo que hacen… Ya que una experiencia como esta, además del disgusto, les ocasionará muchos más gastos que beneficios».
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A veure si espavilem una mica, vos foten de per tots el costats.