¿Cómo le presento?
–Me acabo de hacer unas tarjetas que solo ponen mi nombre y el numero de teléfono. Escribo artículos pero no me considero periodista, a mí lo que me gusta es escribir ficción para el cine, que es para lo que me he preparado desde niño. Todavía no sé quién soy.
–Desde niño he vivido cerca de Luis y de su mujer María Jesús. Mi madre se casó siendo yo niño con Jorge García-Berlanga, el hijo de Luis. De ellos viene mi afición al cine. Mi cultura proviene de las películas clásicas a las que me enganché. Tengo 23 años y amo ese cine que hace soñar. Es lo único que permite abstraernos y llevarnos a otra realidad.
¿Qué decían los Berlanga del cine?
–Con Luis padre no tuve mucho tiempo de hablar, murió cuando yo tenía 11 años, pero nos veíamos cada domingo en su casa de Somosaguas. Se había convertido en un personaje de sus películas. Se había vuelto olvidadizo, estaba callado toda la comida y de repente soltaba cada barbaridad, sátiro como en sus películas. Conocí a un Berlanga mucho más tierno, el que disfrutaba de un pastel de chocolate de Mallorca, que veía sus películas y se quejaba del sonido. He conocido mucho más a su mujer María Jesús, que acaba de fallecer. Me fascinan las mujeres que están apoyando desde un segundo lugar a su marido, consiguiendo películas y contratos para él en momentos difíciles. Era ella la que alternaba en los festivales con grandes estrellas, no pasaba desapercibida.
Usted es un joven de clase alta...
–No me considero. A los de mi clase no los considero, solo lo hago con las clases más humildes. No tiene nada de especial nacer en la clase alta, salvo que he tenido la suerte de tener la educación desde niño en la que te enseñan a sostener los cubiertos de manera correcta o a diferenciar la buena plata de la mala, o tomar un buen merengue. Y por otro lado he vivido y tenido una vida cultural muy intensa, por Jorge García Berlanga, marido de mi madre, otra artista. Mi padre ha hecho también un esfuerzo tremendo para que yo viese cine, para que me cultivara en mi pasión.
Y acaba escribiendo en medios de prestigio antes de hacer cine…
–Lo que me gusta cuando escribo una crónica es retratar a los personajes, algo que tiene mucho que ver con el cine y además a la gente le gusta porque son gente que conocen. Introduzco diálogos, les hago vivir la historia. Mire, prefiero esto a batallar con la masa que se cree todo lo que le cuentan, o los escépticos que no se creen nada de lo que les cuentan los periodistas. Ser periodista serio es complicado. Lo que me agobia y preocupa, porque soy demasiado joven para eso, es que me interesa más el absurdo que las noticias objetivas. Lo que digan los políticos ya no nos afecta, nos da igual. Soy un descreído y me preocupa. Mi abuela Carmen se pone tristísima con esta actitud.
¿Qué hacemos entonces?, ¿vivir en mundos imaginarios?
–Más que mundos imaginarios a mí me divierten los momentos que he podido imaginar, o vivir. Por ejemplo, a veces te invitan a una fiesta divertida y lo pasas genial, pero no estás con las personas con las que realmente te gustaría disfrutar de ese momento, para sacarles todo el jugo. Me ocurre con mi abuela materna, siempre la echo de menos.
La recuerdo hace 30 años en ‘los jueves' de Agatha Ruiz de la Prada, una mujer con gran personalidad.
–Heredada de su madre y transmitida a sus hijas, Carla de Bulgaria, mi madre y mi tía Vega Royo-Villanova. Son muy potentes.
¿Qué, o quién, hizo nacer el personaje Cayetano Sáenz de Retolaza?
–Me inspiró mi bisabuela, la propietaria de Arrese, que llegó a tener una posición tan privilegiada que hacía y decía lo que le daba la gana, estuviera quien estuviera delante. La gente top es políticamente incorrecta sin faltar el respeto a nadie. Cayetano es un personaje inventado, lo que ocurre es que todo lo que hace a mí me divierte. Me divierte provocar. Surgió a raíz de mandarle unos mensajes a mi tía Vega criticando los absurdos del presidente Sánchez con la pandemia. Fue ella la que, muerta de la risa, me pidió que abriera una cuenta de Instagram, y ahí nació. Justo estalló lo de los Cayetanos del barrio de Salamanca y me convertí en el más Cayetano de todos. Creé un meme.
De la ficción ha creado un personaje que parece real, que se ríe de los de su clase sin ofenderlos.
–No deseo ofender a nadie, deseo divertirme. Vivo en un ambiente en el que es fácil escuchar y ver cosas muy locas para un profano, pero que les divierten. Si es lo que hacen, dicen, piensan, y les divierte, ¿cómo va a ofenderles?. Simplemente abro una ventana a ese mundo en el que conseguir que una chica de servicio se ponga cofia es dificilísimo. Todos buscan una comodidad vulgar que me obliga a ir sin piel.
¿Ir sin piel por la vida?
–Para que no me agredan, para que no me duela el hecho de tener que aguantar insultos sin gracia de personas que no entienden la ironía. Hay personas que siempre hablarán mal de mí, y no me importa, porque sé que lo harán siempre con gracia. Que una persona te dedique una vuelta de tuerca no deja de ser un cumplido. Algo que es muy aristocrático, por cierto.
¿Es usted feliz?
–Lo soy, pero me gusta adoptar una pose de amargado. Sin embargo, conmigo nunca se puede hablar en serio, y espero que nunca llegue ese momento de seriedad. Mire, no hay nada peor que un Cayetano advenedizo, y hay muchos, no solo en Madrid.
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