En los hornos de Lluís Pérez y Maties Miralles.

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Algo tan simple como una onza de chocolate guarda un enorme poder. Ante adversidades, días torcidos o dolores menstruales, un bombón o un trocito de cacao siempre hace bien. Cuesta encontrar a alguien a quien no le guste la sensación que provoca al tocar el paladar. Ese sabor, entre dulce y amargo, y la textura, a medio camino entre sólido y líquido, mientras se derrite en la boca. Hay quien incluso, de elegir, lo prefiere a otros vicios mundanos. Droga para algunos, en este Día Internacional del Chocolate es apropiado visibilizar a dos mallorquines maestros en la materia que con sus manos elaboran virguerías de premio: desde enormes carteles hasta sujetadores. Y todo, a base de chocolate. Sueño para muchos, Lluís Pérez y Maties Miralles lo convierten en realidad.

Para iniciarse en semejante especialidad se requiere de un mentor. Para Lluís Pérez, fue Oriol Balaguer con quien aprendió en Barcelona el arte del chocolate. Llegó a prepararse para la copa del mundo de pastelería en 2015, tras lo que regresó a su isla natal y montó en la calle Bonaire su propia pastelería. Desde 2017 su fama comenzó a efervescer hasta convertirse en uno de los más reconocidos chocolateros de Mallorca. «Intentamos innovar no solo en la forma, sino en los ingredientes. Ahora, por ejemplo, no utilizamos colorantes, sino que coloreamos con polvos de pimiento, naranja o espirulina». En su local se pueden degustar durante todo el año bombones, tabletas de diferentes chocolates, trufas heladas de chocolate, frutos secos con envoltura de cacao y pasteles. Pérez disfruta esculpiendo piezas artísticas, figuras de chocolate. Ha realizado desde un enorme cartel de Las Vegas para un aniversario temático, hasta un cupón, en colaboración con la ONCE, de 4 metros de alto por 5 de alto.

Lluís Pérez y Maties Miralles en sus respectivos talleres. Foto: J. Aguirre / T. Ayuga.

Un arte

Maties Miralles mamó desde pequeño el oficio. El mítico Forn des Pla de na Tesa lo heredó, junto a su hermano Jaume, de sus abuelos, que, a su vez, continuaron con el negocio de uno de sus tíos. En total, 123 años de historia, en los que el pequeño horno de pueblo no ha dejado de crecer. Miralles ha recorrido mundo en busca de nuevas técnicas e inspiración para poder crear maravillas. Fue pastelero de la familia real de Kuwait y trabajó con grandes maestros franceses. En sus inicios, Miquel Segura le transmitió «poner una parte de ti en todo lo que haces», mientras que en su etapa gala, Patrick Roger –figura de renombre dentro y fuera de Francia– le animó a combinar la repostería y el arte, dejándose llevar sin importar opiniones ajenas, aprendizajes que trasladó cuando volvió a Marratxí. Desde entonces, no deja de crear propuestas de lo más transgresoras: desde una mona de chocolate con forma del vibrador Satisfayer, hasta una «teta mundi», a raíz de la canción Mamá de Rigoberta Bandini. Comprometido con la causa feminista, utiliza el simple cacao para visibilizar tabúes y pasárselo bien: «El abanico de esta materia es increíblemente grande. Puedes hacer productos de pastelería y hasta la puedes esculpir».

El límite lo marca el calor, dificultando su elaboración y consumo. Durante la manipulación se ha de realizar una curva de temperatura para que los cristales de grasa que contiene el chocolate se ordenen de una forma determinada. De lo contrario, la superficie se torna blanquinosa, se funde en las manos o absorbe humedad u olores. El clima de la Isla limita la elaboración del chocolate en una ventana desde octubre hasta mayo, aunque cada fecha tiene su elaboración propia: desde turrones en Navidad a monas por Pascua. «Especializados en chocolatería somos muy pocos en Mallorca», reconoce Lluís Pérez. De hecho, en el Forn des Pla de na Tesa buscan personas para enseñarles el oficio desde cero, para que no se pierda.

El apunte

Dos recetas para hacer en casa

Para disfrutar de la festividad que hoy se celebra, Lluís Pérez propone hacer en casa unas barritas de chocolate y cereales saludables. Para ello, hay que trocear una tableta de chocolate de más de un 70 % de cacao y fundirla al microondas a baja potencia. Después, hay que mezclarla con cereales o arroz inflado, a lo que se puede añadir frutos secos o fruta deshidratada. Por último, esparcir la masa en una superficie plana y dejar enfriarla.

Por su parte, Maties Miralles plantea unas trufas caseras. La receta, apta para hacerla con los más pequeños, consiste en calentar una taza de leche o de nata, añadirle la misma cantidad de chocolate fundido y fusionarlo todo con la ayuda de la Thermomix o túrmix. Tras dos horas enfriándose en la nevera, con cucharas o manga pastelera se deben de hacer bolitas con la masa, para después rebozarlas en cacao o virutas de chocolate. «Los niños se ensuciarán, habrá chocolate por todo, pero será un buen recuerdo del Día Internacional del chocolate».