Joaquín Calvo Rubio, con Thor, en Son Reus. | P. Pellicer

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Thor tiene 8 añazos. Es un perro mayor, debe pesar unos 40 kilos y es una mezcla de pastor mallorquín y labrador. Todo lo que tiene de grande, lo tiene de buenazo. Le encanta jugar, es muy cariñoso y se lleva estupendamente con otros perros. No deja de dar muestras de su nobleza mientras dura la entrevista con su dueño. Ha vivido desde los tres meses en una casa de campo cerca de Santa Eugenia, ahora lleva 30 días en una jaula de la perrera de Son Reus, a la espera de que alguien se fije en él. Está totalmente desubicado y se ha pasado semanas llorando sin parar. No entiende por qué está ahí. Pero debe quedar claro que la de Thor no es la típica historia de abandono. Ni mucho menos.

Su propietario, Joaquín Calvo Rubio, de 77 años, ya no puede vivir sólo. Su estado de salud no se lo permite. Sufre de vértigos, lumbalgia e hipertensión. Por eso, ha tenido que trasladarse a regañadientes a vivir con un familiar en un piso pequeño de Palma, el perro no podía irse con él. Joaquín también está tan desubicado como su fiel animal de compañía.

Tras intentar que algún familiar o vecino adoptara a Thor, se ha visto obligado a dejarlo contra su voluntad en Son Reus. Los mismos 30 días que lleva su perro en el centro sanitario de protección animal son los que lleva Joaquín yendo de 9 a 11.30 a verlo, jugar con él y llevarle su comida favorita. Haga sol, frío o truene. Los voluntarios de Peluditos de Son Reus no dejan de repetir que no saben quién sufre más con la separación.

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Una nueva familia

«Adopté a Thor con tres meses. Ha estado toda su vida conmigo, conviviendo con mi labradora hasta que murió –explica Joaquín–. Desde entonces estamos los dos mano a mano. Está siendo muy dura la situación. Thor dormía conmigo, vamos, se iba a la cama y ladraba para que supiera que ‘ya toca' irse a dormir», recuerda este jubilado, que hace un llamamiento para que alguna familia le haga un hueco en su hogar. «Ya está mayor. Le deben quedar tres años buenos y un par a trancas y barrancas. No quiero que se los pase en una jaula 22 horas al día. Necesita una nueva casa, y si alguna vez me permiten verlo, mejor que mejor», finaliza Joaquín.