Gaetano Cacciatore en una de las zonas exteriores del yate, en el que lleva viviendo en Mallorca cinco años. | Pilar Pellicer

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Me preparo para abordar el barco, hace un viento del demonio y los nubarrones del horizonte anuncian tormenta, aunque de momento el sol baña cada rincón del muelle. La mar no está todo lo plácida que uno quisiera, y el imponente yate de 21 metros de eslora se zarandea suavemente, como la cuna de un bebé. De un saltito me encaramo a la pasarela y avanzo hasta popa, allí me aguarda con una enorme sonrisa Gaetano Cacciatore.

«En español significa cazador», aclara este italiano que guarda un asombroso parecido con el futbolista Danielle de Rossi, uno de los eternos emblemas de la Roma. «Pues El cazador (The Deer Hunter, 1978) es una de mis pelis favoritas», le suelto ante su sorpresa. Ambos nos echamos a reír. Este napolitano hincha del Napoli –una cosa no se entiende sin la otra– nos hará de cicerone en el sugerente recorrido por el Sirena 68 que nos acoge. Y no, esto no es un publirreportaje, pero, qué narices, hay que decir que el yate es una auténtica pasada.

Optimizar el espacio

Gaetano es bróker náutico de Shore Marine Group, en Palma, lleva cinco años viviendo en la Isla y en ese tiempo ha alcanzado un envidiable nivel de español con el que se expresa con soltura. Nos cuenta que para maniobrar un barco de esta envergadura «hace falta un piloto y un mecánico». Al yate no le falta de nada: una gran conectividad, un potente GPS, domótica… este es un barco inteligente que sorprende por su habitabilidad.

«Una de las cosas que más me gusta de la industria náutica es su forma de optimizar el espacio», agrega. Con cuatro camarotes, diferentes baños, así como varios sofás y mesas distribuidos por la planta principal y el flybridge (planta superior), el Sirena puede albergar a dos familias de cuatro miembros sin problemas. Y si se pregunta cuál es su autonomía, sepa que es capaz de desplazarse 1.200 millas náuticas a una velocidad de crucero de 10 nudos. Vamos, que con un depósito «puede llegar hasta Estambul», a orillas del Mar Negro, sin despeinarse.

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Con 8.000 kilómetros, la costa española está repleta de calas, circunstancia a la que –obviamente– no es inmune Mallorca. Y para maniobrar cómodamente por el litoral no hace falta un super yate de 40 metros, embarcaciones de 9 a 20 metros son ideales. Unos pocos pueden permitirse comprarla, el resto siempre puede chartear (alquilar) una pequeña embarcación a medias con los amigos…, una tendencia que se está popularizando. Y es que la náutica, como el esquí y el golf, ya no se tiene por elitista.

Existen diferentes variables que la acercan a la calle. Cabe matizarlo, aun hay quien al hablar de náutica se circunscribe, forzosamente, a un megayate varado en Saint Tropez con la cubierta repleta de esbeltos cuerpos bronceados descorchando añejas botellas de champagne. Y no. «Hay mucha gente que alquila», corrobora Gaetano, quien se declara un apasionado del mar que está trabajando «en lo que siempre soñé».