La policía local insistió en si quería que le acompañaran en una ambulancia a un centro médico, para que le vieran, pero el hombre contestó que no. | Click

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Recordáis la historia urbana que os conté la pasada semana, la referente al hombre que vivía sobre el suelo, cerca de la entrada de la Intermodal, de Palma, a quien se lo comían las moscas? Pues bien. El viernes pasado, acompañado por un ‘ciudadano a pie de calle’, nos acercamos al lugar. El hombre seguía allí. Se había quitado los pantalones, dormitaba boca arriba, con las piernas abiertas y con dieciocho moscas estacionadas en su frente. A su alrededor, botellas de agua, bolsas conteniendo ni se sabe, un troler negro, un par de chancletas, varias mantas amontonadas junto a la pared, una muleta en la que se apoya para caminar, restos de comida…

Tras echar un vistazo al hombre, noto que el ‘ciudadano a pie de calle’ ha desaparecido, reapareciendo al rato acompañado por dos policías locales, ante quienes nos identificamos. Nos dicen que si él no quiere, no se lo pueden llevar de allí, en una ambulancia, a un centro médico. Y no quiere, evidentemente. Pues tras despertarse, y escuchar a los policías locales, empieza a gritar «¡Que me dejéis en paz! ¡No quiero ir a ninguna parte! ¡Dejadme tranquilo!». Y cada vez elevando más su tono de voz.

Es decisión del juez

El policía nos dice que Serveis Socials ha intentado en varias ocasiones llevárselo, pero él se ha negado. «Lo único que podemos hacer –añade– es avisar a los servicios de Emaya para que limpien todo esto…». Entonces, ¿qué solución hay para esta persona? No se quiere ir, pero ahí, en el estado físico y fisiológico en que seguramente estará, no es el lugar más adecuado para que viva… ¿Qué se puede hacer, pues? La pregunta se la hacemos al policía, y así, de paso, respondemos a una amable lectora que nos preguntó, vía email, si hacíamos un seguimiento de estos casos, que lo hacemos, por supuesto. De hecho, cada vez que los denunciamos apostillamos con un «dentro de unos días volveremos a ver si lo han resuelto».

El policía nos dice que el único que puede hacer que este hombre se marche de donde está es el juez, siempre y cuando organice algún escándalo. Pues ya saben cómo está la situación. Si un sin techo ocupa un portal, unas galerías comerciales, la parte de debajo de alguna escultura que esté en la calle, un cajero de un banco… No traten de echarlo, ni pensar que con una llamada a la policía se solucionará el problema. Denuncien el caso de forma oficial, porque solo un juez dará con la solución.

¿Es justa la sanción?

Eso por una parte, por otra, ahí va lo siguiente: A lo largo de once días hemos venido denunciando en esta página que ciclistas y ‘patineteros’ se saltan a la torera la prohibición de circular por el carril bici de la Plaça d’Espanya. Prohibición a causa de las obras que se están llevando a cabo allí. Días atrás, leímos en la prensa que la Policía Local había multado a 74 usuarios de ambos medios de locomoción por no hacer caso a la orden de no circular por dicho carril de acuerdo a la prohibición que figura en la entrada a la Plaça d’Espanya por Sant Miquel –un cartel muy grande lo pone–, cartel que no se ve por ningún sitio viniendo desde Caputxins. Por lo visto, ese ir a la caza del ciclista y ‘patinetero’ que se salta la norma solo duró un día, pues en días sucesivos, sin vigilancia por ninguna parte, unos y otros volvieron a la carga. Y lo peor: que siguen yendo a la carga, posiblemente ahora mismo, cuando estés leyendo este diario.

Entonces, cabe preguntarse, ¿es lógico que la policía solo vaya un día y ponga 74 sanciones y ya no aparezca más por allí? Porque si siguen circulando unos y otros por donde está prohibido sin que la autoridad lo impida, no es justo que hayan sido sancionados solo unos pocos. Lo suyo sería, o que se plantaran diariamente dos policías en la entrada y salida del recorrido del carril bici… Pero si no lo hacen... Pues que quiten las sanciones a los infractores, pues, como decimos, no es justo que de los miles que se saltan la prohibición solo paguen 74. Es una sugerencia, por supuesto...